Se cumplen cuatro años del gran drama humano de la guerra en Siria

La guerra de Siria entra en su quinto año, y la insurrección contra un régimen que se aferra al poder y el sufrimiento de la población quedaron eclipsados por las atrocidades cometidas por el Estado Islámico (EI). El 15 de marzo de 2011 comenzaba, en plena Primavera Árabe, el movimiento de protestas a favor de cambios democráticos en un país dictatorial desde 1970.

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BEIRUT (EFE). Cuatro años después, Siria no ve el final de un conflicto que causó más de 210.000 muertos y dejó más de 10 millones de desplazados.

El país se derrumbó, la economía y las infraestructuras fueron destruidas, y el hambre se convirtió en la inseparable compañera de numerosos sirios, entre los cuales más de 12 millones precisan ayuda humanitaria.

El conflicto, que empezó como un enfrentamiento entre rebeldes moderados y el régimen, se volvió mucho más complejo con el ascenso de los grupos yihadistas, sobre todo del EI, a partir de 2013.

“Durante los primeros años de la revolución, había dos bandos claramente identificados”, explicó Karim Bitar, del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), con sede en París. “Hoy es un poco la guerra de todos contra todos, y no se ve, en ese contexto, cuál puede ser la solución política”, agregó.

La comunidad internacional descubrió, horrorizada, las atrocidades de los yihadistas que usan las redes sociales para reivindicar la decapitación de rehenes, la crucifixión de “infieles” o “espías” o la esclavización de mujeres. Provocaron terror con el video de un piloto jordano quemado vivo en una jaula porque participaba en la coalición creada en 2014 para detener al EI.

Este grupo, que proclamó un califato en los territorios que conquistó en Siria y en Irak, “ha ido tan lejos en el horror, que ha conseguido persuadir a Occidente de que Daesh (acrónimo del EI en árabe) encarnaba al enemigo absoluto y que todo lo demás era un mal menor”, indicó Bitar.

Al principio, el movimiento extremista sunita procuró evitar los combates con el ejército del régimen. Solo se atrevió a enfrentarse a las tropas del presidente Bachar al Asad en 2014, tras haber conquistado regiones del este y del norte de Siria en manos de los rebeldes y sus exaliados del Frente al Nosra, la rama siria de Al Qaeda.

Entretanto, combatientes extranjeros fueron a engrosar sus filas, aumentando así más aún la preocupación en Occidente.

El contexto benefició al dictador al Asad, al que Occidente considera ahora como un posible socio en la lucha contra el extremismo. El mandatario puede contar con el respaldo de Irán, Rusia y Hezbolá.

En 2013 consiguió evitar in extremis una intervención militar extranjera, aceptando un acuerdo elaborado por Washington y Moscú sobre la supresión de sus depósitos de armas químicas, tras la muerte de 1.400 personas en un ataque contra una zona rebelde cerca de Damasco. En los últimos meses, las voces que piden la marcha de al Asad se han hecho más discretas. Y el enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, llegó a declarar que el presidente sirio formaba parte de la solución.

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