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El único antecedente sobre un balotaje se produjo en 2003, entre dos peronistas, el expresidente Carlos Menem y Néstor Kirchner, que quedaron cabeza a cabeza con un 24.45 % y un 22.24 %, respectivamente en las elecciones presidenciales. Pese a la ventaja y ante la previsión de un fuerte voto de castigo, Menem desistió de competir y Kirchner alcanzó la Presidencia.
Antes de 1994, la Constitución argentina, que data originalmente de 1853, contempló la posibilidad del balotaje en distintas reformas legales, aunque tampoco llegaron a usarlo.
Desde los albores de la Independencia, a comienzos del siglo XIX, y hasta 1972, el sistema argentino eligió a la cabeza del Estado de forma indirecta, con la sola excepción del lapso en el que estuvo vigente la Constitución de 1949, introducida por el primer gobierno de Juan Domingo Perón y abolida en 1955.
Con el sistema indirecto, los argentinos no elegían al presidente sino a representantes, configurados en un Colegio Electoral, que se encargaban de designar al mandatario.
En 1972, el entonces presidente de facto, el dictador Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973), introdujo una enmienda a la Constitución que incluía la elección directa del presidente y vicepresidente y una segunda ronda electoral para los casos en los que no se alcanzase una mayoría del 51 % de los votos. En la segunda vuelta podían participar todas las listas que superasen el 15 % de los votos.
Con ese sistema, se celebraron las elecciones de 1973, que dieron al justicialista Héctor Cámpora la Presidencia sin que logre mayoría absoluta, porque la Unión Cívica Radical rechazó concurrir al balotaje.