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La piel humana percibe la presión como parte del contacto, para luego enviar señales a los nervios, que a su vez los trasladan al cerebro y crean así la sensación de pulso.
Restaurar esta sensación es importante para que los miembros artificiales sean más parecidos a la realidad y, así, más aceptables para los usuarios, sostuvieron los investigadores que crearon un sistema, una “piel electrónica”, que puede convertir la presión al tacto en señales eléctricas internas. Esta piel también fue capaz de detectar y responder al tacto de gotas de agua y el movimiento de hormigas.