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Primero, el Papa alentó a los pobres recordando que “tenemos talentos, somos talentosos a los ojos de Dios. Por tanto (...) nadie puede considerarse tan pobre hasta el punto de no poder dar nada a los demás”, declaró el Papa en un misa en la basílica de San Pedro, a la que asistieron unos 7.000 necesitados.
Luego, alertó que “no hacer nada malo no basta”. Esta “omisión es también un pecado frente a los pobres”. “Aquí, tiene un nombre preciso: la indiferencia. Es como decir ‘esto no me incumbe, no es asunto mío, es culpa de la sociedad’”.
Jorge Bergoglio almorzó luego con 1.500 pobres en una sala del Vaticano, mientras que otros 2.500 lo hacían en diferentes instituciones pontificias.