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La primera dama trabajó entre bastidores durante los últimos días para tratar de convencer a su marido de que dé una solución a la separación de niños inmigrantes de sus padres en la frontera con México.
Cuando personas ingresan ilegalmente a Estados Unidos son retenidas por violar la ley.
Si vienen acompañados de menores, estos no pueden ser detenidos, por ser inimputables, entonces los enviaban a guarderías, pero esta separación levantó críticas en todo el mundo, por lo que el presidente Donald Trump firmó un decreto el miércoles, ordenando que los menores queden en compañía de sus padres, en los centros de retención.
La esposa del presidente Trump visitó un albergue de niños administrado por la Iglesia luterana y un centro de procesamiento de inmigrantes de la guardia fronteriza en la localidad de McAllen, en el estado de Texas.
“Quiero saber cómo podemos ayudar a estos niños a reunirse con sus familias lo antes posible”, les dijo la primera dama a los auxiliares del albergue.
De acuerdo con informaciones de la oficina de la primera dama, el albergue reúne actualmente unos 60 niños con edades que van de los 5 a los 17 años, provenientes de Honduras y El Salvador.
En Washington la controversia por las informaciones sobre más de 2.300 niños y menores de edad separados de sus familias multiplicó la presión sobre los legisladores para definir una salida legal a la situación.
La secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, dijo ayer que “el Congreso tiene la autoridad y la responsabilidad de hacer las leyes y arreglar nuestro sistema migratorio. El Congreso tiene que actuar”.