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La paciente, una niña de la zona rural de Mississippi, tiene ahora dos años y medio, y lleva sin medicamentos el último año. Según los investigadores, este caso demostraría que el síndrome de inmunodeficiencia adquirida en bebés es curable.
Si la curación es validada, la niña de Mississippi se convertiría en el segundo casi documentado de una cura de VIH en el mundo: el primero fue el de un hombre adulto, Timothy Brown, conocido como “el paciente de Berlín”, curado tras recibir en 2007 un trasplante de médula ósea de un donante genéticamente resistente a la infección con VIH.
“Para los pediatras, este puede ser nuestro Timothy Brown”, dijo la doctora Deborah Persaud, investigadora de la Universidad John Hopskins, autora del estudio que documenta el caso del bebé. La comunidad científica exhortó de todos modos a la cautela, subrayando que por el momento se trata de un caso único.
La práctica establecida por la Organización Mundial de la Salud prevé que un bebé nacido de una madre infectada del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) sea tratado con una cantidad limitada de retrovirales durante cuatro o seis semanas, hasta que el recién nacido no resulta positivo a un test, en cuyo caso se aumenta la dosis. En el caso de la niña de Mississippi, la madre dio a luz prematuramente y sin saber que estaba infectada. Cuando los médicos comprobaron que lo estaba, el bebé fue trasladado a otro centro médico.
Según la doctora Hannah Gay, que trató al bebé, la niña fue infectada en el vientre de la madre y no durante el parto, porque los primeros análisis revelaron un nivel de virus de unas 20.000 copias por mililitro, considerado aún bajo.
En lugar de seguir la costumbre de administrar dos medicamentos como medida profiláctica, se optó por un régimen de tres medicamentos como tratamiento, lo que redujo rápidamente los niveles de virus, reportó el diario neoyorquino.
Cuando la niña tenía un mes, los niveles de virus ya no eran detectables. Y siguió así hasta que la niña cumplió 18 meses.
Cinco meses después, la madre y la niña regresaron al hospital y las pruebas volvieron a dar negativas.
La doctora Gay sometió a la niña a otra serie de pruebas más sofisticadas, que revelaron solo la existencia de diminutos rastros de virus integrados en el material genético, pero que no son capaces de replicarse.