Cargando...
“Nadie vio nada, nadie sabe nada”.
En los destartalados edificios de Zayuna, en el este de Bagdad, los habitantes aprendieron hace mucho tiempo a no plantear preguntas. En una ciudad donde las armas pululan y la Policía se muestra impotente ante los grupos armados, entre ellos islamistas, es lo más prudente.
“Asesinaron prostitutas cerca de mi casa hace algunos meses y los vecinos se dieron cuenta varios días después por el olor”, recordó Wisam Sami, un habitante del barrio de 23 años.
“No sé quién es el responsable de estos asesinatos. Los (miembros de) Daash y las milicias chiitas se visten todos de negro y cualquiera puede comprar un uniforme o falsificar un documento de identidad”, añade.
La palabra Daash es el acrónimo en árabe del grupo yihadista Estado Islámico (EI), pero también se utiliza de manera más general para designar a los insurgentes sunitas.
“Este el destino de cualquier prostituta” advierte una inscripción en una de las puertas de los edificios asaltados.
“¿Quién controla Bagdad?”
“Los policías no dirían nada si matan a alguien ante sus ojos. Tienen miedo. Es la ley del más fuerte”, declara un vendedor, que pide el anonimato.
Respecto a los motivos del ataque o a la identidad de los asaltantes, se impone la ley del silencio.
Las milicias chiitas son más activas desde el inicio de la ofensiva lanzada a principios de junio por los insurgentes sunitas, quienes controlan ahora territorios en el norte, este y oeste del país.
Los atentados suicidas de extremistas sunitas son frecuentes y los actos de violencia confesionales son diarios en la capital.
La hostilidad contra las prostitutas constituye posiblemente uno de los únicos puntos en común entre ambos bandos.