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BOGOTÁ (EFE). La obsolescencia de los tradicionales mecanismos de integración política y económica en el continente americano, desde la moribunda Comunidad Andina (CAN), el más antiguo de todos, hasta la Cumbre de las Américas, y sus correspondientes foros de discusión o negociación, ha quedado patente durante el año que acaba.
La Cumbre de las Américas y la Iberoamericana, celebradas en Lima el mes de abril y en Antigua (Guatemala) en noviembre, respectivamente, batieron sendos récord de desinterés, vacuidad e inasistencia de gobernantes.
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), heredera del extinto Grupo de Río, lleva sin celebrarse desde que se suspendió su VI edición que debía haberse celebrado en El Salvador en octubre de 2017.
Esa cumbre se suspendió, y la CELAC se mantiene desde entonces gravemente herida, a causa de las diferencias en torno a la situación política en Venezuela entre sus miembros, 33 países de Latinoamérica y el Caribe.
El Mercado Común del Sur (Mercosur), sin llegar nunca a consolidar su integración plena, expulsó este año a Venezuela, mantiene pendiente la adhesión de Bolivia y vive bajo la incertidumbre de lo que vaya hacer Brasil bajo el mandato de su flamante presidente, Jair Bolsonaro, más proclive a firmar acuerdos bilaterales de libre comercio.
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se ha convertido en una suerte de distopía, con la salida de Ecuador y sus principales promotores, Venezuela, Cuba y Nicaragua, aislados internacionalmente o sumidos en profundas crisis políticas y económicas.
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha quedado herida de muerte tras la salida de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, debido a la imposibilidad de esos países de convivir con el actual régimen venezolano.
El Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), formado por Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, ha acabado de revelarse como una suma imposible debido a las abismales diferencias políticas, económicas y sociales entre sus miembros.
En esta coyuntura de crisis políticas y arrebatos proteccionistas, México, Colombia, Chile y Perú han seguido desarrollando la Alianza del Pacífico que sellaron en 2012 y que actualmente les ha llevado, entre otros objetivos, a la supresión de más del 92 por ciento de los aranceles en su intercambio de bienes y servicios.
El bloque acumula el 50% del comercio total de América Latina, cuenta con 222,4 millones de habitantes y su PIB total es de más de 1,8 billones de dólares, lo que representa casi el 40 % del PIB de Latinoamérica y el Caribe.