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En la primera sesión de un macrojuicio que debe durar hasta junio, tanto su defensa como la fiscalía desplegaron un arsenal de argumentos ante tres juezas de Palma de Mallorca, en las islas Baleares, para intentar que la infanta no sea procesada.
Pero a la espera de que el tribunal decida, Cristina, de 50 años, tuvo que sentarse junto a los otros 17 acusados en una sala presidida por el retrato de su hermano, Felipe VI, jefe de Estado desde la abdicación de su padre en junio de 2014.
“¡Los Borbones, a los tiburones!”, “¡España, mañana, será republicana!”, gritaban manifestantes a la puerta del tribunal.
Vestida con pantalón, chaqueta negra y fular rojo y blanco, la hermana del Rey había llegado junto a su esposo, Iñaki Urdangarin, exmedallista olímpico de balonmano de 47 años. La pareja vive desde 2013 en un exilio dorado en Ginebra junto a sus cuatro hijos.
La hija de Juan Carlos I enfrenta cargos por dos delitos fiscales en relación con la presunta malversación de 6 millones de euros.