La Iglesia Católica ya rinde culto a los dos Papas nuevos santos

El papa Francisco proclamó ayer santos a Juan Pablo II y Juan XXIII, dos pontífices que “no se dejaron abrumar por las tragedias del siglo XX”, durante una ceremonia multitudinaria en la plaza de San Pedro a la que asistió también su predecesor Benedicto XVI.

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VATICANO (AFP).“Declaramos y definimos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II santos y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos”, fue la fórmula pronunciada en latín por el primer papa latinoamericano de la historia, tras lo cual la muchedumbre estalló en aplausos.

Francisco ingresó en procesión a las 10:00 (08:00 GMT) a la plaza, seguido por cardenales y obispos que entonaban la letanía de los santos.

El papa emérito Benedicto XVI, quien renunció al trono de Pedro en 2013, asistió vestido con la sotana blanca a la ceremonia concelebrada por 150 cardenales y mil obispos.

A su llegada fue recibido por un caluroso aplauso y saludado con un abrazo especial tanto al inicio como al final de la ceremonia por Francisco, en un gesto de fraternidad.

Por primera vez en dos mil años de historia de la Iglesia una canonización ha sido concelebrada por dos Papas vivos para elevar a los altares a dos Papas muy diferentes –quizá tan diferentes como ellos–, cuyos pontificados fueron muy populares.

“Fueron sacerdotes, obispos y Papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se dejaron abrumar por ellas. Dios fue más fuerte en ellos”, recalcó el papa argentino Francisco, comprometido con una reforma profunda de la institución tras años de escándalos provocados por el silencio de la Iglesia ante las denuncias de pedofilia de curas, las intrigas internas y turbios manejos financieros.

Juan XXIII y Juan Pablo II “restauraron y actualizaron la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos”, subrayó el Pontífice.

La doble canonización, del italiano Juan XXIII –considerado un progresista al convocar el Concilio Vaticano II en 1962 para modernizar la Iglesia– y del polaco Juan Pablo II –que enfrentó el comunismo y fue inflexible en temas morales– ha sido según analistas un golpe de maestro de Francisco, para unir a los diferentes sectores de la Iglesia.

Encarnan también dos imágenes diferentes: el primero humilde y cercano a la gente; el segundo, un comunicador nato, carismático y capaz de seducir tanto a los poderosos como a las multitudes. Las reliquias de los dos nuevos santos, una ampolla de sangre de Juan Pablo II y un pedazo de piel de Juan XXIII extraída durante su exhumación en el año 2000, fueron colocadas junto al altar.

La mujer costarricense Floribeth Mora, de 50 años, cuya curación de un aneurisma cerebral fue considerado el segundo milagro del Papa polaco, fue la encargada de entregar las de Juan Pablo II.

Unas 800.000 personas asistieron a la ceremonia, según cifras oficiales, entre ellas 300.000 frente a 17 pantallas gigantes instaladas en lugares claves de Roma.

“Juan Pablo II fue el gran protector de mis hijos”, comentó entre lágrimas la peruana María Cardoza, quien llegó muy temprano a la inmensa explanada del Vaticano para poder asistir a la histórica canonización.

Una enorme pancarta desplegada en la plaza resumía el significado de la jornada para los católicos: “Dos Papas santos en el cielo, dos Papas en la plaza” de San Pedro.

En total 98 delegaciones encabezadas por 24 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos los reyes de España, los presidentes de Ecuador, Honduras, El Salvador, así como el controvertido mandatario de Zimbabue, Robert Mugabe, asistieron a la canonización.

A la ceremonia, que duró unas dos horas, acudieron también representantes de todas las religiones, entre ellos una importante delegación judía, para rendir homenaje a dos Papas que lucharon contra los prejuicios hacia los hebreos.

“Estoy muy emocionada, porque conocí personalmente a Juan Pablo II”, confesó la argentina Fernanda de Diego, entre los miles de latinoamericanos y centroamericanos que atiborraban la plaza.

Banderas de Polonia, Argentina, Brasil, Colombia, ondeaban en la plaza, y dos tapices gigantes con las imágenes de los nuevos santos ornaban la fachada de la basílica de San Pedro.

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