La farsa electoral de una dictadura

El domingo 3 de enero Cuba realizó “elecciones” de sus representantes. En la singular “democracia popular” de los regímenes comunistas, solo tiene derecho de existencia el partido oficialista, la única prensa permitida es la estatal y los trabajadores no tienen derecho a la libre sindicalización. En suma, no se permite ningún tipo de organización social democrática.

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Hoy en día, en Cuba, los miembros de la oligarquía que gobierna la isla desde hace más de medio siglo afirman que la “democracia cubana” es una de las mejores del mundo.

No pierden oportunidad de criticar a los países donde impera el Estado de derecho, y son respetadas las mayores libertades posibles.

En Cuba, quien se opone al régimen sabe que sufrirá amedrentamiento y cárcel.

El Gobierno cubano fue recientemente premiado con la presidencia pro témpore de la Celac, el organismo regional que busca aglutinar a los países de la región bajo principios democráticos, como se esmeran en recalcar sus promotores.

¿Cómo es que la dictadura más antigua del continente, último resabio de las dictaduras surgidas durante la Guerra Fría, sea tan ponderada y agasajada por las democracias que hoy gobiernan la mayoría de los países de la región?

Pareciera existir un complejo ante el discurso virulento de quienes acusan de fascistas a cualquiera que no rinda pleitesía a la totalitaria ideología comunista.

Las dictaduras de tiempos pasados, con su política anticomunista, fueron episodios terribles de nuestra historia continental.

Pero, las dictaduras comunistas, con su política antiliberal, fueron –y son– tan nefastas como aquéllas.

Los gobiernos y sectores políticos democráticos no dudan en condenar una dictadura fascista (y con justa razón, por ser una de las dos ideologías totalitarias más nefastas de nuestros tiempos).

Sin embargo, varios de esos gobiernos y sectores políticos se amilanan de condenar a una dictadura comunista (la otra ideología totalitaria más nefasta de nuestros tiempos).

Es que, hoy en día en la región, un país solo debe hablar de “democracia popular” y tiene carta libre para oprimir al pueblo.

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