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MADRID (AFP, EFE).El rey Juan Carlos firmó ayer su abdicación en favor de su hijo Felipe, poniendo fin a 39 años de reinado que permitieron a España afianzarse como una democracia moderna tras la dictadura franquista, pero empañados en los últimos años por los escándalos y la crisis.
Felipe de Borbón será proclamado hoy rey en un acto en el Congreso de los Diputados, ante representantes de las dos Cámaras parlamentarias.
Visiblemente emocionado Juan Carlos I, de 76 años, que mantendrá de por vida el título honorífico de rey, recibió una gran ovación de los cerca de 160 asistentes, entre ellos sus nietas, Leonor, de 8 años, nueva heredera al trono, y Sofía, de 7 años, sentadas en primera fila.
El rey, sentado junto a su esposa Sofía y la nueva pareja real, Felipe y Letizia, escuchó con los ojos empañados por la emoción la relectura del discurso con el que el 2 de junio anunció su decisión de abdicar.
La ley, elaborada para regular una abdicación inédita en la actual democracia española, había sido aprobada por muy amplia mayoría en ambas cámaras del Parlamento, pese a la oposición de partidos pequeños que piden un referéndum para elegir entre monarquía y república.
Tras la firma de la ley de abdicación, el rey se fundió en un abrazo con su hijo, al que dejó su sitio en la presidencia de la ceremonia de su abdicación, en un significativo gesto en la primera sucesión en la jefatura de Estado desde la restauración de la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
Madrid se engalana
Con el uniforme de gala militar y luciendo el fajín de seda roja correspondiente a su nuevo papel de Capitán General de los ejércitos, Felipe asumirá el trono con juramento de fidelidad a la Constitución de 1978 en el Congreso, ante los diputados y senadores.
La jornada, exclusivamente laica, sin invitados extranjeros y en ausencia del propio rey Juan Carlos –que quiso ceder el protagonismo a su hijo–, intentará combinar la sobriedad requerida por los tiempos de crisis con la proximidad con una ciudadanía que empieza a cuestionar la institución.
Tras pronunciar su primer discurso como rey y presidir un desfile militar, Felipe y la reina Letizia recorrerán en coche el centro de Madrid, que se engalanó ayer en su honor.
Cerca de 16.000 geranios, crisantemos, lirios y petunias decoran las calles de Madrid junto a centenares de banderas españolas de color rojo y amarillo.
“Hay un aire de fiesta”, afirmaba Carlos Tesorero, un madrileño de 60 años, que admiraba la fachada del Congreso, engalanada con un enorme dosel rojo y oro con el escudo de la España constitucional.
Alrededor de 7.000 policías garantizarán la seguridad de la jornada.
Pequeñas manifestaciones prorrepublicanas fueron convocadas en señal de protesta, pero las autoridades las prohibieron.
Una recepción con 2.000 invitados y embajadores extranjeros cerrará la jornada.
El crédito de la monarquía, fundamental en los inestables años de la transición democrática, decayó en los últimos años por escándalos como la imputación judicial de la infanta Cristina, hija menor de Juan Carlos, o la costosa cacería a Botsuana del monarca, en plena crisis económica.
Recuperar el prestigio perdido es el difícil reto que se abre ante Felipe VI.