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Juan Pablo II, de 83 años, que sufre de serios padecimientos físicos como consecuencia del mal de Parkinson que lo afecta desde hace tiempo, también subrayó en su mensaje a los enfermos que "Cristo sufre con nosotros".
Los hombres son "administradores" de la vida, que "debe ser aceptada, respetada y defendida desde su comienzo hasta su natural declinación", sostuvo el Papa y reflexionó luego sobre las metas de la investigación científica.
Todo "auténtico progreso en el campo de la ingeniería genética -sostuvo- no puede sino ser alentado, siempre que respete los derechos a la dignidad de la persona desde su concepción. Nadie puede arrogarse la facultad de destruir o manipular indiscriminadamente la vida del ser humano".
En un pasaje sobre el sufrimiento que produce la enfermedad, el Papa subrayó su sentido cristiano. "Cristo sufre por nosotros y Cristo sufre con nosotros", enfatizó. "El dolor aceptado con fe se convierte en la puerta para entrar al misterio del sufrimiento redentor del Señor, un sufrimiento que no quita ya la paz y la felicidad, porque está iluminado por el fulgor de la resurrección", dijo.
"La enfermedad y la muerte, aun estando presentes en la existencia terrenal, pierden, sin embargo, su sentido negativo y, a la luz de la fe, la muerte del cuerpo se convierte en el pasaje obligado para la plenitud de la vida inmortal", subrayó el mensaje papal.
El Papa precisó que, para 2004, la Jornada Mundial del Enfermo, que cada año se celebra en un continente diverso (en febrero de este año fue en Washington, Estados Unidos), se realizará en Lourdes porque en 2004 se cumplen 150 años del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por el beato Pío IX, con la Bula dogmática Ineffabilis Deus.
El dogma afirma -recordó el Papa en vísperas de la fiesta litúrgica de la Inmaculada del 8 de diciembre- "que fue revelada por Dios la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada, por particular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, inmune a toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción".