Gabriel, un niño prodigio sin brazos que escribe, pinta y juega al fútbol

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CARTAGENA, Colombia (EFE). Gabriel David Fernández nació sin brazos hace nueve años en Colombia por un avatar de la genética; hoy es un niño prodigio que supera en capacidades a sus compañeros de escuela, escribe, pinta, baila y juega al fútbol.   

Se trata de uno de los pocos casos en el mundo de supervivencia entre los afectados por el denominado síndrome de Amelia, que conlleva la ausencia de extremidades y que en Colombia se presenta en alrededor de uno por cada 200.000 nacimientos.   

El pediatra y neonatólogo Iader Rojas detalló a Efe que esta enfermedad surge cuando "por algún motivo no se forma el primordio en la etapa embrionaria", es decir, "la raíz donde se forman las extremidades".   

"En la mayoría de los casos fallecen en el útero y, si nacen, mueren a corta edad", agregó el especialista, al explicar que estos enfermos no pueden usar prótesis porque, al no haberse formado el componente esquelético de la extremidad, "no hay soporte".   

Gabriel es un superviviente de este mal genético, pero además un destacado estudiante en su escuela del humilde barrio Nelson Mandela de Cartagena de Indias, adonde llegó su familia tras ser desplazada por los grupos armados desde  el noroeste de Colombia.   

Fue precisamente la pobreza la que impidió a su madre, Ada Luz Ricardo, hacerse controles médicos durante el embarazo.   

Pero Ada siguió adelante y hoy ve al pequeño Gabriel como uno de los estudiantes más brillantes del barrio, donde juega al fútbol, salta a la cuerda, pinta, corre y baila el trompo con singular destreza.   

El niño destaca por su "liderazgo y compañerismo", aseguró su maestra Marelvis Erazo, quien insistió: " No se frustra por los bracitos que le hacen falta", sino, por el contrario, "tiene capacidad de adquirir muchos conocimientos y los pone en práctica".   

"Es muy aplicado, su disciplina es excelente, el rendimiento académico sobresaliente", remarcó a Efe Erazo, para explicar después que cuando decae su autoestima le ayuda haciéndole entender que es uno de los alumnos más aventajados.   

Pero pensar en la continuidad de sus estudios inquieta a su madre y a su maestra, ya que si para los niños sin discapacidades que viven bajo la línea de pobreza es un sueño ir a la universidad, para Gabriel se presentan aún más dificultades.   

Y es que Gabriel y su familia viven en una casa de ladrillo sin terminar, sin agua corriente, sin alcantarillado y con continuos cortes de luz, entre las aguas fecales y las ratas que circulan en Nelson Mandela, un barrio levantado en las afueras de Cartagena por la llegada masiva de desplazados a causa del conflicto armado.
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