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PUERTO SUÁREZ (AFP). El tren que va desde la polvorienta localidad boliviana de Puerto Suárez, en la frontera con Brasil, hacia Santa Cruz, la capital económica de Bolivia, parte cada vez con menos pasajeros.
Con 3.400 km de frontera compartida, Brasil y Bolivia, el país más rico y el más pobre de Sudamérica, respectivamente, confluyen en varios puntos, pero quizá ninguno tan activo y con tan nítidos contrastes y problemas como el que une a la boliviana Puerto Suárez con la ciudad brasileña Corumbá, en Mato Grosso do Sul, a 1.400 km de Brasilia.
Por aquí circulan a diario camiones cargados de mercancías y habitantes de ambos lados de la frontera, muchos en busca de un trabajo o de un descuido de la Policía para ingresar droga escondida en la ropa, en maletas con doble fondo e inclusive en los genitales.
El año pasado fueron decomisados en este punto fronterizo 980 kilos de cocaína. Según la ONU, Bolivia es el tercer productor mundial de cocaína, y Brasil su principal destino.
“Pero en los últimos meses, las aprehensiones de droga cayeron drásticamente. Este año no van ni 50 kilos. Algo está cambiando: o la ruta o el medio de transporte” de los estupefacientes, afirma a la AFP Alexandre do Nascimento, delegado de la Policía Federal en Corumbá.
Los contrastes
“Le voy a decir una diferencia entre los dos lados, el brasileño y el boliviano”, avisa Rubén Galvis, un camionero boliviano de 27 años que desde hace dos recorre el trayecto entre Corumbá-Santa Cruz llevando mercancía de todo tipo.
“En Brasil la Policía se acerca con la libreta de multas en mano. En Bolivia se le acerca sin nada... No quiere controlar, sino que le des dinero para dejarte seguir”, afirma a la AFP .
La queja es unánime entre los choferes bolivianos y brasileños que se juntan en la aduana de Corumbá para esperar, en promedio 12 horas, que su carga sea liberada.
Las historias en portugués y español en este lugar son comunes: del lado brasileño la ley es una regla, del boliviano, una excepción.
“En Brasil nos está permitido manejar descalzos, pero cuando intento explicar eso al Policía boliviano él solo hace el gesto para que le dé dinero porque si no, no me deja seguir”, señala Paulo Assís, de 48 años y transportador brasileño de derivados del petróleo.
El tema ya es preocupación entre autoridades de ambos lados.
“No debemos generalizar, pero ya me llegaron esos reclamos: que allá las personas no son tratadas ni abordadas de la forma más correcta, dentro de la ley”, admite el alcalde de Corumbá, Paulo Duarte.
Con 105.000 habitantes, el 20% de ellos de origen boliviano, Corumbá es la puerta de entrada hacia el oriente de Bolivia. A 15 km, del lado boliviano, está Puerto Suárez, una localidad de 26.000 habitantes.
Por ambas ciudades cruza el corredor bioceánico que une el Pacífico con el Atlántico, desde el puerto de Santos en Brasil hasta los puertos de Arica e Iquique, en Chile, y de Matarani e Ilo, en Perú.
La ruta espera su inauguración oficial tras completar su trazado por Bolivia a finales de 2012.
Ya en funcionamiento, la ruta recortó significativamente el recorrido desde Corumbá hasta Santa Cruz, pasando por Puerto Suárez.
Antes, el viaje por tierra, a través de una carretera despejada, podía tardar hasta dos días. El tren desde Puerto Suárez era la alternativa más rápida: 12 horas de trayecto.
“Ahora en vehículo, por la ruta bioceánica, tarda siete horas”, dijo Juan Alberto Jordán, subgobernador de la provincia boliviana de Germán Busch.