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CIUDAD DEL VATICANO (ANSA). Para Francisco, que pronunció su homilía en la Casa de Santa Marta, Jesús tenía autoridad porque servía a la gente enseñando con humildad, estaba cerca de las personas y era coherente, al contrario de los doctores de la ley que se sentían príncipes, enseñaban con autoridad eclesiástica, separados de la gente, sin vivir como predicaban.
La autoridad de Jesucristo, y por consiguiente la suya al ser su vicario en la Tierra, y la opuesta de los fariseos fueron los polos opuestos sobre los que giró el encendido mensaje papal.
“Una, una autoridad real; la otra formal”, en las palabras de Jorge Bergoglio.
En el Evangelio del día habló del estupor de las personas porque Jesús enseñaba “como uno que tiene autoridad” y no como los escribas.
El Papa se refirió a las tres características que diferencian la autoridad de Jesús respecto de la de los doctores de la ley.
Mientras Jesús “enseñaba con humildad” y le decía a sus discípulos que “el más grande debía ser como alguien que sirve”, en cambio los fariseos se sentían príncipes.
“Jesús servía a la gente, explicaba las cosas para que se entendieran bien. Tenía la disposición de un servidor y esto le daba autoridad”, dijo el Pontífice. En cambio, “a estos doctores de la ley, la gente... sí, escuchaba, respetaba, pero no sentía que tuvieran autoridad sobre ellos, pues tenían una psicología de príncipes: ‘nosotros somos los maestros, los príncipes, y nosotros les enseñamos (...) Nosotros mandamos, ustedes obedezcan’. Jesús jamás se hizo pasar por príncipe”, agregó.
Otras ocasiones
No es la primera vez que Francisco lanza duras críticas al “clericalismo”.
En diciembre pasado había advertido a los católicos que estén “atentos al clericalismo: todavía hoy los clérigos se sienten superiores y se alejan de la gente”.
“Judas se había arrepentido, pero los sacerdotes lo dejaron solo y lo descartaron. No fue escuchado”, dijo en aquella ocasión el Papa, quien celebró 47 años de la ordenación sacerdotal en diciembre de 2016.
El Pontífice había indicado también que “el espíritu del clericalismo es un mal presente todavía hoy en la Iglesia y la víctima es el pueblo, que se siente descartado, abusado”.