Evo Morales se juega su continuidad en medio del ocaso de populismos

El presidente de Bolivia, Evo Morales, se juega su continuidad en febrero próximo, cuando los bolivianos decidirán en referendo si le permiten presentarse a otra reelección, en un escenario adverso por los primeros despuntes de recesión y con el populismo latinoamericano en retroceso.

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LA PAZ (EFE). Los ciudadanos del país andino están llamados a una consulta popular el 21 de febrero, un mes después de que Morales celebre diez años ininterrumpidos en el poder que le han sabido a poco, pues si gana en el referendo y en los comicios de 2019, gobernará hasta 2025, sentando con dos décadas un récord de permanencia en el Palacio Quemado.

Se trata de la votación más arriesgada de Morales, ya que en esta ocasión no compite contra la débil y atomizada oposición boliviana, sino contra sí mismo.

Morales debe demostrar que su popularidad ha salido indemne de los escándalos de corrupción que han salpicado a su Gobierno, de las acusaciones de autoritarismo y de la retirada de apoyo de varios sectores indígenas que antes fueron sus aliados.

Uno de los temas más graves en estos tiempos es lo ocurrido en el Fondo Indígena, una institución que otorgó millonarias ayudas para al menos 200 proyectos de desarrollo indígena que nunca llegaron a ejecutarse.

El agujero económico ha sido cifrado en unos 14,6 millones de dólares.

Otra de las bazas que habría podido exhibir Morales para defender su permanencia en el poder es la del inédito despegue económico experimentado por el país desde su llegada a la Presidencia, con picos de crecimiento que han llegado a superar el 6% anual.

Pero este éxito, sustentado en los elevados ingresos obtenidos por la exportación de gas a Brasil y Argentina, se tambalea ahora debido a la caída de los precios del petróleo, que se usan como indicadores para fijar las tarifas del gas boliviano.

Bolivia no ha escapado a la recesión augurada para toda Latinoamérica por organismos como la Cepal o el Fondo Monetario Internacional, unas previsiones que el Gobierno acogía con satisfacción cuando en años previos le eran favorables, pero que ahora califica de erróneas.

La merma de los ingresos estatales puede significar que el Ejecutivo se vea obligado a cerrar el grifo de las prebendas y subsidios con los que mantenía satisfechos a sectores afines al oficialismo.

Los bolivianos son, ante todo, pragmáticos con el bolsillo, y si ven afectado su bienestar económico no dudarán en darle la espalda a Morales, como ya hicieron con gobiernos anteriores.

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