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Desde 2012, la directora del Fondo, Christine Lagarde, no había dejado pasar la oportunidad de instar primero y criticar después a EE.UU., por su retraso de cara a la propuesta de reforma interna del organismo para reflejar el ascenso de potencias emergentes como China, la India o Brasil en la economía global.
A la par, estos países, centrados en torno al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), elevaron el tono de sus quejas a Washington por su incapacidad para ratificar una reforma de la que EE.UU. había sido impulsor.
De hecho, en los últimos dos años y ante la parálisis, los emergentes decidieron lanzar varias instituciones alternativas al FMI o el Banco Mundial, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), impulsado por Pekín; y el Nuevo Banco de Desarrollo y el Fondo de Reservas de los BRICS.
En la reunión del G20 en Turquía en noviembre, los gobernantes de los BRICS expresaron de nuevo su “profunda decepción” por la falta de progresos en la reforma de los organismos financieros internacionales, dominados por las potencias occidentales.