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FÁTIMA, Portugal (AFP). “Declaramos y definimos como santos a los beatos Francisco Marto y Jacinta Marto”, anunció el papa Francisco en la misa de canonización delante de la Basílica de Nuestra Señora de Fátima, cuya gigante explanada estuvo abarrotada de peregrinos, algunos con lágrimas en los ojos, venidos de todo el mundo.
En el santuario, bajo fuertes medidas de seguridad, se reunieron unos “500.000 fieles”, según indicó el Vaticano.
Los pequeños pastores, humildes e analfabetos, murieron de gripe española a los diez y nueve años, respectivamente, algunos años después de haber visto junto a su prima Lucía, en 1917, seis apariciones de la madre de Jesús.
Ambos, enterrados en la Basílica de Fátima, se convirtieron en los santos más jóvenes de la Iglesia Católica que no murieron en martirio.
La historia
Hace exactamente cien años, el 13 de mayo de 1917, Francisco, de 9 años, su hermana Jacinta de 7 y su prima Lucia dos Santos de 10, habrían visto la primera aparición de la Virgen. Ocurriría cinco veces más, siempre los 13 de cada mes.
Considerados como perturbadores del orden público, fueron encarcelados, pero luego liberados por presión popular.
Lucia falleció en 2005 con 97 años. Su proceso de beatificación comenzó en 2008.
A los niños, María les habría compartido varias profecías y entregado “Los tres secretos de Fátima”.
Los tres secretos
Los dos primeros fueron revelados a mediados del siglo pasado por la propia Lucía, quien los escribió en una carta.
“El secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a revelar dos”, escribió.
El primero fue una visión del “infierno a donde van las almas de los pobres pecadores”, siguió describiendo sor Lucía, y agregó que la Virgen le indicó que “para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”.
El segundo habla de las dos Guerras Mundiales, y de persecuciones contra la Iglesia, anunciando que “Rusia se convertirá”, en momentos en que ese país era gobernado por el comunismo.
El tercero relata la muerte de un “obispo vestido de blanco (...) el Santo Padre. También a otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas (...) por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros”. En el año 2000, Juan Pablo II, declaró que se refería al atentado que él recibiera el 13 de mayo de 1981, secundado por afirmaciones de la propia sor Lucía.