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En su primer relato a sus familiares, puede percibirse la angustia vivida en esos momentos: “Estoy llegando a mi casa. Hubo dos explosiones alrededor del estadio. Está la policía por todos lados. Salimos con mis amigos cuando supimos que ocurrieron atentados y ahora estoy llegando a casa. Estoy bien”.
“Se escuchaban ambulancias por todos lados. Yo vivo a 800 metros del Estadio. Son 15 minutos a pie. El internet, saturado, no funcionaba en el estadio. Pero el amigo que se fue conmigo pudo recibir un mensaje. Su amiga le alertó que se produjo un atentado cerca del estadio con muchos muertos. Dijo que las explosiones provenían del Stade de France, donde nosotros estábamos”.
Agregó: “Nos dio escalofríos. En el estadio nadie estaba enterado de nada. Se escucharon explosiones pero todos creímos que era por la fiesta de un partido entre dos naciones emblemáticas de Europa”.
Seguidamente, dijo: “En minutos, mi amigo recibió otro mensaje en el que la cifra de muertos ya era considerable. Ahí dijimos: ‘vamos ya’. Vaya a saber si un loco espera que salgan las ochenta mil personas y explota una bomba para generar una masacre mayor. ‘¡Vamos ya!’, dijimos y nos fuimos”. Esto fue cuando faltaban 10 minutos para el final del juego, dijo.
“Llegado un momento nos separamos y yo seguí corriendo hasta mi casa. El camino estaba bloqueado por policías, parecían confundidos. Ni ellos sabían la dimensión de lo que estaba pasando”, exclamó.
“A la gente se le veía agitada. Un transeúnte me paró en el camino. Él iba en sentido contrario, es decir, hacia el estadio. ‘¿Todo bien por allá, amigo? ¿Venís del estadio? ¿Hay muertos?’. Sus preguntas me llenaron de terror”.
“En el estadio había por lo menos más de setenta mil personas. Nadie se dio cuenta de nada hasta finalizar el partido”, indicó el joven estudiante.
“Disculpen si estoy exaltado, pero estuve en la boca del lobo, y encima yo suelo ir por esos lugares. Estuve ahí el viernes pasado, a la misma hora”.