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A Cannes, Villeneuve Loubet y Mandelieu se suman Saint Jean Cap Ferrat, Beaulieu sur Mer, Eze, Villefranche y Cap d’Ail, lo que eleva a ocho las prohibiciones en la Costa Azul.
Sus motivaciones son similares, según “Nice Matin”, y frenan el acceso al baño a quien no disponga de un traje “correcto, que respete las buenas costumbres, el principio de laicismo y las reglas de higiene”.
En el resto de Francia, Sisco, en Córcega, Le Touquet y Oye Plage, en el norte, y Leucate, en el sureste, adoptaron esa misma prohibición o anunciado su intención de hacerlo en próximos días.
Los alcaldes partidarios de la prohibición recibieron ayer el apoyo de Valls, que, en una entrevista al diario “La Provence”, consideró que esa prenda “no es compatible” con los valores de Francia.
“Las playas, como todo espacio público, tienen que preservarse de toda reivindicación religiosa”, opinó el primer ministro, para quien el burkini “no es una nueva gama de trajes de baño, una moda, sino la traducción de un proyecto político, de contrasociedad, basado principalmente en el sometimiento de la mujer”.
El socialista Valls descartó legislar al respecto y apostó, en cambio, por el cumplimiento firme de las leyes en vigor contra el burka, que cubre todo el rostro, y el niqab, que solo deja ver los ojos, y de la que proscribe en centros educativos de primaria y secundaria todo signo religioso ostentoso.
El partido Los Republicanos, principal grupo opositor, y al que pertenecen buena parte de los municipios que vetaron el burkini, no se posicionó como tal contra esa prenda, pero algunos de sus líderes reclaman al Ejecutivo medidas específicas.