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LA HABANA (EFE, Reuters). Fidel y Raúl Castro gobernaron Cuba con mano de hierro por 60 años, convirtiendo al país en uno de los protagonistas de la Guerra Fría, y lograron mantener a flote su comunismo caribeño, pese al colapso de su aliado soviético, que provocó una severa crisis económica en los años 1990.
El Parlamento ratificará entre hoy y mañana al candidato elegido por el dictador Raúl Castro a sucederlo en el cargo y que encaminará a la isla hacia una nueva era.
El nominado es el actual primer vicepresidente y número dos del régimen, Miguel Díaz-Canel (57).
De ser confirmado, esta será la primera vez desde 1976 que el presidente cubano no llevará el apellido Castro, no formará parte de la generación “histórica” de 1959, no vestirá uniforme militar ni será el primer secretario del Partido, verdadero gobernante del régimen. Este quedará en manos de Raúl.
El nivel de responsabilidad y el margen de maniobra que se le conceda como líder del nuevo Consejo de Estado y de gobierno, será una señal de la voluntad de reforma que tendrá el Ejecutivo en esta nueva era.
Economía vs. ideología
El heredero tendrá que potenciar la indispensable “actualización” del modelo económico de corte soviético, en momentos en que Cuba enfrenta el debilitamiento de su aliada Venezuela.
Ante los acuciantes problemas económicos se prevén claves en la diplomacia del nuevo Gobierno, la búsqueda de alianzas financieras frente a las afinidades ideológicas que han definido los pactos internacionales de la isla durante décadas. Raúl abrió el abanico multilateral de la isla con la mira puesta en atraer capital extranjero, pero también buscó “reinsertar” y reforzar las relaciones con América.
La economía está aún excesivamente centralizada, las profesiones más estratégicas y cualificadas siguen siendo netamente estatales, se mantienen subsidios anacrónicos como la libreta de racionamiento, así como un elevado número de empresas estatales deficitarias que absorben los beneficios de las que sí funcionan. Tal situación deja poco margen al crecimiento.
La inversión extranjera es aún insuficiente, aunque se incrementó el año pasado.
Este panorama también dificulta otro de los grandes retos de Cuba: el aumento de los salarios estatales, que ahora rozan apenas los 30 dólares mensuales. También deberá hacer frente al recrudecimiento del embargo de Estados Unidos y el frenazo dado por Donald Trump al acercamiento iniciado en 2014.
Otros retos de la nueva generación en el poder serán ampliar el acceso a internet y mejorar la salud y la educación, banderas de la Revolución de acceso universal y gratuito, pero cuya calidad ha disminuido por la falta de recursos.