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Había 202 personas a bordo del Boeing 767, entre pasajeros, en su mayoría italianos, y miembros de la tripulación.
Todos están sanos y salvos, indicó el portavoz del aeropuerto de Ginebra, Bernard Stämpfli.
El copiloto, de 31 años, explicó que aprovechó el momento en que el comandante fue al baño para encerrarse en la cabina.
El hombre, que no estaba armado, afirmó que “se sentía amenazado” en su país y pidió asilo político a Suiza, explicó la policía.
Técnicamente, es posible encerrarse desde el interior de la cabina de pilotos y bloquear el acceso desde el exterior, precisaron los responsables del aeropuerto.
Fue el propio copiloto el que activó la alerta de secuestro que permite al control aéreo identificar al avión. El aparato fue escoltado por aviones caza del ejército del aire italiano, precisaron las autoridades militares en Roma.
Una vez en tierra, el copiloto abandonó el avión deslizándose por una cuerda que lanzó desde la ventana de la cabina, y se rindió a la Policía.
Técnicamente, el pirata aéreo puede ser encausado por “toma de rehenes” y ser pasible de una pena de 20 años de privación de libertad, indicó un fiscal de Ginebra a la prensa.
En un secuestro tan peculiar, la investigación deberá determinar las motivaciones del copiloto, y sobre todo por qué recurrió a una acción tan extrema cuando podía haber pedido asilo político una vez en Italia.
El avión aterrizó en Ginebra a las 06:00 y fue ubicado en una vía al final de la pista, lo que provocó el cierre del aeropuerto durante más de dos horas.
El aparato fue inmediatamente rodeado por coches de la Policía, incluido un pequeño vehículo blindado, y por camionetas de primeros auxilios.
Las unidades especializadas, armadas y con cascos, procedieron a evacuar el avión.
Los pasajeros salieron con varios minutos de intervalo, tras un primer control de seguridad, con las manos en la cabeza, y fueron conducidos a un autobús, constató un periodista de la AFP.