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Ante las seis mujeres y un hombre miembros del jurado popular, el expreso Antonio Días, sobreviviente de uno de los paradigmas de la represión policial en Brasil, describió parte de lo que llamó “escenas de campo de concentración”.
“En la lista de 111 muertos faltaban muchos, tal vez el doble. Los 111 identificados eran personas que recibían visitas de parientes regularmente. Quien no recibía visitas fue descartado como si fuera basura, residuos”, dijo Dias, quien pasó cinco años preso en la cárcel de Carandirú, ahora desactivada, por robo a mano armada.
El testigo dijo ante el tribunal que juzga a más de 20 años a 79 policías por la mayor masacre carcelaria de Brasil que los presos decían que los policías “plantaron” armas dentro de las celdas para simular un enfrentamiento.
El 2 de octubre de 1992, por una rebelión de presos en el Pabellón 9 de la cárcel de la zona norte de São Paulo, el entonces gobernador Luiz Flery Filho ordenó la intervención de la policía en lugar de los guardiacárceles.
Las pericias indican que 102 presos fueron ejecutados a una corta distancia. Ningún policía fue muerto en la media hora de operativo, que provocó un filme de Héctor Babenco y reclamos internacionales al Brasil.
El proceso se demoró más de dos décadas porque inicialmente estaba en la justicia militar y luego pasó a la esfera de la justicia ordinaria.
Una serie de recursos presentados por los reos a lo largo de los años también demoró su comienzo, explicó un portavoz del tribunal.