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El féretro con sus restos fue trasladado desde el Instituto Filosófico Aloisianum hasta el Duomo (catedral) milanés, donde fue acogido por los obispos lombardos y el arzobispo de la ciudad, Angelo Scola.
La entrada de los restos de Martini a la catedral tuvo lugar entre los aplausos emocionados de los fieles congregados en la plaza frente al Duomo para despedir al cardenal, considerado siempre como “papable” y como uno de los máximos exponentes del ala progresista de la Iglesia.