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Considerado el político más impopular del país, Cunha leyó su dimisión entre lágrimas, dijo ser víctima de una persecución política y afirmó que su gestión “jamás será olvidada”.
“Es público y notorio que la casa (Diputados) está acéfala, fruto de un interinato bizarro, que no condice con lo que el país espera del nuevo tiempo tras la suspensión de la Presidenta de la República, y solo mi renuncia podrá poner fin a esa inestabilidad”, dijo Cunha.
Cunha, de 57 años, conserva por ahora su mandato como diputado federal, actualmente en suspenso por un fallo de la corte suprema que aceptó la acusación de la fiscalía de que usaba su cargo para interferir en las investigaciones en su contra.
Evangélico militante y ultraconservador, Cunha es el único político protegido por fueros que está siendo juzgado por el máximo tribunal, acusado de embolsarse al menos cinco millones de dólares en sobornos para facilitar negocios en la red que parasitó a la estatal Petrobras.
La Procuraduría afirmó que no poseía “las condiciones personales mínimas” para ejercer el cargo.