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Los ciudadanos cairotas se despertaron poco antes de las siete de la mañana hora local con el estallido de un coche bomba frente a la sede de la Dirección General de la Policía, en el centro de la capital, que provocó al menos cuatro fallecidos y 73 heridos.
Todavía bajo la sorpresa y la rabia del primer atentado, otra explosión, esta vez en el distrito de Doki, causaba la muerte de un recluta de la policía egipcia y heridas a otras 15 personas.
Un artefacto explosivo menos potente no causó muertos ni heridos cuando fue lanzado por desconocidos contra una comisaría de Policía en Talbiya, en la provincia de Guiza (oeste de El Cairo).
Finalmente, también en Guiza, una cuarta explosión mató a un civil e hirió a cinco reclutas de la Policía, enfrente de un cine en la calle de las Pirámides.
La primera explosión causó grandes destrozos en la sede policial y en el vecino Museo de Arte Islámico que, según el Ministerio de Antigüedades, ha quedado “completamente destruido”.
“He visto la explosión, todo lo que ha ocurrido, la gente corriendo, el miedo, el mundo se ha roto delante de mí, el museo se ha destrozado”, dijo Ahmed Abdelaziz, un vecino de la zona, de 48 años.
Cientos de curiosos ocuparon el lugar del atentado, mientras entonaban cánticos a favor del jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fatah al Sisi, enarbolando además banderas de Egipto y fotos del general que podían comprar ahí mismo a vendedores ambulantes.