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En la época ya se conocía el ADN e incluso, pese a que algunos científicos tienen dificultades para admitirlo, se sabe que es la sede de la herencia. También hay estudios que precisan su naturaleza química: una asociación de nucleótidos (fosfato –desoxirribosa– base nitrogenada), montada en largas cadenas.
Pero si bien los investigadores tienen una idea de los ladrillos que componen el ADN, no saben qué es los que los vincula ni el modo como se ensamblan en el espacio. Tienen algunas de las piezas del mecano, pero no las instrucciones sobre el montaje.
Crick y Watson fueron los primeros en resolver el problema y en proponer un modelo tridimensional del ADN, una “estructura con dos cadenas helicoidales que se enrollan ambas en torno al mismo eje”, escribieron, imaginando al mismo tiempo “un posible mecanismo de copia del material genético”.
Siendo teóricos, ambos investigadores se habían beneficiado de los experimentos de algunos de sus colegas, que trataban de observar esta estructura gracias a la difracción de rayos X a través de cristales de ADN purificado, en particular Maurice Wilkins y Rosalind Franklin.
Es por ello que Crick y Watson compartieron con Wilkins (Franklin había muerto en el ínterin) el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1962, por su descubrimiento.
Francis Crick murió en julio de 2004, pocos meses antes de Wilkins. En cuanto a James Watson, acaba de celebrar sus 85 años.
Especies extintas
¿Manadas de mamuts recorriendo nuevamente la helada Siberia? No se trata de una nueva versión de la película de ciencia ficción “Jurassic Park”, sino de una hazaña de genetistas que esperan poder resucitar especies extintas desde hace décadas, incluso milenios, gracias a su ADN.
Hoy en día, algunos expertos intentan clonar especies extintas a partir de antiguas muestras de ADN conservadas en museos.
El mes pasado, científicos del proyecto australiano “Lázaro” anunciaron que recuperaron “núcleos muertos” de las células de una extraña y pequeña rana, presuntamente extinta desde 1983, para inyectarlos en la célula desnucleada de una especie cercana, aún en vida.
Congelado durante 40 años, el material genético de la rana Rheobatrachus silus volvió a la vida, como el Lázaro bíblico. Algunas células huevo creadas de esta manera comenzaron a multiplicarse formando embriones. Y aunque todos los embriones clonados murieron a los pocos días, los investigadores están convencidos de poder resucitar milagrosamente a esta rana.
“En el caso de la rana, podría tomar uno o dos años. En el caso del mamut, quizá 20 o 30, o incluso menos”, dijo Hendrik Poinar, experto en genética molecular evolutiva de la Universidad canadiense de McMaster.
Pero la “des-extinción” tuvo ya una primera victoria: en 2009, una cabra pirenaica fue clonada a partir de células provenientes del último representante de esta especie, que murió en el año 2000. Un éxito moderado ya que el primer clon vivió apenas 10 minutos a causa de una malformación pulmonar.