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“Chernóbil se convirtió en la peor catástrofe provocada por el hombre en todo el mundo. Estamos aquí para hacer todo lo posible para evitar un accidente así en el futuro”, dijo el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, en una ceremonia en el lugar.
El 26 de abril de 1986, a la 01:23, el reactor número 4 de la central explotó durante una prueba de seguridad.
Durante diez días, el combustible nuclear ardía, expulsando a la atmósfera elementos radioactivos que según ciertas estimaciones contaminaron hasta tres cuartas partes de Europa, pero sobre todo Ucrania, Bielorrusia y Rusia, en aquel momento repúblicas soviéticas.
El régimen comunista de Moscú intentó al principio esconder el accidente. La primera alerta pública fue dada el 28 de abril por Suecia, que había detectado un aumento de radioactividad. El jefe de Estado soviético, Mijail Gorbachov, no habló públicamente del incidente hasta el 14 de mayo.
Una vez que las autoridades reconocieron el accidente, un total de 116.000 personas tuvieron que dejar sus hogares situados en la zona de exclusión, a la que hasta hoy siguen sin poder volver. En los años siguientes, otras 230.000 personas fueron desalojadas.
Hoy en día cerca de 5 millones de ucranianos, rusos y bielorrusos viven en zonas donde la cantidad de radiación es alta.
Actualmente, el balance humano de la catástrofe sigue siendo polémico. La organización ambientalista Greenpeace sitúa la cifra en cerca de 100.000.
El “sarcófago” de hormigón construido rápidamente en 1986 amenaza con desplomarse y exponer al aire 200 toneladas de material altamente radioactivo.
Para evitar una nueva catástrofe, la comunidad internacional se ha comprometido a financiar la construcción de una nueva protección, más segura.