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Recientemente se llevó a cabo el “IV Seminario Internacional Educación en DD.HH. y DD.HH. en la Educación: Sexualidad, una conversación en cuarentena”, organizado por el Servicio Paz y Justicia Paraguay (Serpaj Py), en alianza con Base Educativa y Comunitaria de Apoyo (BECA) y la Coordinadora por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia (CDIA), con el apoyo de Diakonia.
Uno de los disertantes fue Vernor Muñoz ex relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación, quien habló sobre “el concepto de integralidad en la educación sexual y el concepto y los alcances de la educación integral de la sexualidad como derecho”.
Manifestó que el avance en la institucionalización de los derechos humanos comenzó con la declaración americana de los derechos humanos y continuó con la declaración universal y con el desarrollo de muchos tratados y convenciones internacionales.
“Esa institucionalización de los derechos humanos puso realmente en emergencia, en crisis, a los sistemas escolares, y les puso en crisis sencillamente porque les asignó fines diferentes a los que tradicionalmente venían asumiendo y desarrollando en el sistema escolar. Un sistema escolar fundamentalmente enfocado a disciplinar a homogeneizar y a estandarizar, esa vieja educación fue un instrumento patriarcal basado en principios que hoy queremos desterrar”.
Vernor Muñoz afirma que ese sistema trataba de inyectar una sola visión del mundo, de la vida, una sola verdad, que proponía que ciertas personas estaban destinadas a mandar y obedecer y que de alguna manera esa dinámica escolar sigue vigente.
“Ese viejo sistema proponía también el conocimiento como un fenómeno estático que básicamente era de transmisión y que servía para mantener el estatus quo. Entonces, la educación así concebida era una forma de entrenamiento común para jóvenes y niños que se perfilaban como reproductores de un estereotipo de hombre blanco, cristiano y occidental”.
“Se trataba de un marco educativo patriarcal, que estableció espacios de control social, que por supuesto busca legitimar las relaciones de desigualdad. Ese marco patriarcal de conductas y conceptos ha tenido un impacto dramático en las instituciones escolares de nuestros días, que han venido validando estas desigualdades e incluso a veces al margen de las autoridades que toman decisiones”, señala Muñoz.
Además, dice Vernor que este marco patriarcal ha provocado mucho daño a las niñas y adolescentes. “Hoy se tiene embarazos precoces y además ha reforzado esa idea de que el matrimonio es el fin primero y último para las mujeres y no la educación. Este marco educativo patriarcal no es un fenómeno aislado porque el patriarcado también determinó un modelo de sociedad y Estado, y obviamente un modelo de educación”.
La lucha por los DD.HH. significa transformaciones profundas en la sociedad
“La lucha por los derechos humanos es una lucha de carácter político, porque significa un cambio profundo en la sociedad. Hay que entender que la lucha por los derechos humanos, por los derechos a la educación, por los derechos a la educación sexual integral es una lucha de carácter político, no es una lucha técnica, no es una lucha neutral, significa la necesidad de provocar un cambio profundo en las estructuras educativas”.
“Entonces, cuando aparecen los derechos humanos gracias a las grandes reivindicaciones sociales, por grupos que han sido históricamente discriminados de ese modelo y sabemos ahora que nos toca mover la educación de ese marco patriarcal hacia una cultura de derechos humanos, donde las personas puedan ser vistas como iguales en derechos”.
"El rompimiento de ese sistema de asimetrías implica la transformación completa de las sociedades y de las culturas, y esa transformación no es un invento nuestro, esa transformación está ya propuesta como mandatos legales en los instrumentos del derecho internacional, y de los derechos humanos, entre ellas la convención sobre todas las formas de discriminación contra las mujeres, la convención sobre los derechos del niño, los derechos de las personas con discapacidad y, por supuesto, las Constituciones Nacionales de nuestros países.
“Dentro de la Constitución Nacional de Paraguay vamos a encontrar que esas reivindicaciones están ahí, lo que pasa que existe un abismo entre la retórica jurídica y la práctica concreta”, sostuvo Vernor.