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WASHINGTON (EFE). El movimiento, considerado por expertos como una jugada defensiva por parte de EE.UU., sirve al Gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, como prueba del apoyo hacia sus dos socios regionales en sus esfuerzos para contener a Irán.
Así, la acción del Pentágono tiene como objetivo evitar futuros ataques como el registrado hace siete días contra instalaciones de la petrolera saudí Aramco, que Riad ha determinado que fue un golpe iraní.
De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí. Adel al-Jubeir, aseguró ayer que Irán es responsable de los ataques a las instalaciones de Aramco.
“El ataque a las instalaciones de la compañía petrolera de Arabia Saudita Aramco se llevó a cabo con armas iraníes. Por eso responsabilizamos a Teherán por el ataque”, sentenció.
Ante esta situación, el Departamento de Defensa estadounidense defendió este viernes que el despliegue de tropas tiene la intención de “enviar un mensaje claro” de que Washington apoya a sus socios en la región y de “demostrar el compromiso de mantener las normas internacionales de orden”.
Reacción ilimitada
La Guardia Revolucionaria (ejército de élite del régimen iraní) declaró que su reacción sería total.
Ante la posibilidad de que se lleve a cabo un ataque contra Irán, aunque sea selectivo, el jefe del cuerpo militar de élite iraní, Hosein Salamí, dijo que la respuesta de su país “no será limitada” y que están preparados “ante cualquier escenario”.
“Nunca permitiremos que la guerra alcance nuestro territorio (...) No pararemos hasta la destrucción del agresor y no dejaremos ningún lugar seguro”, agregó durante la inauguración de una exposición de restos de drones estadounidenses derribados por Irán.
A pesar de estas palabras, la realidad es que EE.UU. reaccionó a los ataques atribuidos a Irán de un modo más moderado del esperado, ya que se planteaba desde ataques cibernéticos a operaciones clandestinas contra los lugares desde donde, según cree EE.UU., Irán lanza sus drones y misiles de crucero.
Crisis regional
La nueva escalada de la tensión comenzó hace justo una semana, cuando Arabia Saudita y EE.UU. responsabilizaron a Irán de los ataques contra instalaciones de la petrolera saudí Aramco, que fueron no obstante reivindicados por los rebeldes hutíes del Yemen.
Los ataques contra Aramco han sido los últimos de una serie de incidentes en el golfo Pérsico, entre ellos ataques a petroleros, de los que EE.UU. ha acusado a Irán, que se ha desvinculado por su parte de los mismos.
Arabia Saudita e Irán se encuentran enfrentados en la guerra civil en Yemen, donde los primeros apoyan al gobierno, y los segundos a los rebeldes.
Rebajar la tensión
EE.UU. ha buscado rebajar la tensión.
Tras el ataque contra las refinerías saudíes, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, apuntó directamente a Irán y este miércoles llegó a proclamar que esos ataques constituían un “acto de guerra”.
Sin embargo, tras su visita a Arabia Saudí y Emiratos, Pompeo aseguró que su prioridad es buscar “una solución pacífica” y “construir una coalición” para conseguirlo.
Para formar esa coalición, EE.UU. podría intentar recabar apoyos durante la Asamblea General de la ONU que se celebra esta semana en la ciudad de Nueva York.