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Los visitantes recorrieron los pabellones y encontraron a los pacientes que viven olvidados por sus hijos. Se emocionaron al ver a personas extrañas que llegaron a saludarlos.
“Todos viven carentes de amor y las religiosas somos las que nos sentamos a conversar con ellos y lloramos juntos. Se alienta a cada uno de ellos a tener fe y esperanza en Dios porque Nuestro Padre no se olvidó de ellos, que les dio un hogar, y que a partir de ese momento todos los miembros del leprocomio Santa Isabel son sus familias y los que vienen a visitarlos son sus hijos”, dijo la hermana Gilda González, de la congregación Hermanas Vicentinas de San Vicente de Paúl.
Es el caso de Atanacio González, de Concepción. Tiene una hija a quien no ve hace 22 años y dijo que perdió la esperanza de volver a verla alguna vez. Comentó que, pese a que fue un buen padre, no sabe por qué su hija ya no lo quiere y lo dejó entre extraños.
Por otro lado, Valentín Benítez, de Villa del Rosario, hace 26 años llegó solo al leprocomio para tratarse de su enfermedad. Dijo que sus hijos, una mujer y un varón, saben donde está pero jamás lo visitaron.