Visita a internos del leprocomio suple indiferencia de familiares

El leprocomio Santa Isabel alberga actualmente a 90 personas, de las cuales 40 son tratadas del mal de Hansen y 50 son siquiátricas. Todas ellas ya perdieron contactos con sus familiares. Aquí las visitas de jóvenes y asociaciones solidarias suplen la indiferencia y son recompensadas con oraciones. La interna más antigua lleva 75 años en el lugar.

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Ubicada a 95 kilómetros de Asunción, en el departamento de Paraguarí, el leprocomio Santa Isabel es el albergue de decenas de personas que viven en el olvido de sus familiares. Aquí no solo residen los enfermos del mal de Hansen, están también varios abuelitos que ya han perdido el conocimiento y son los llamados casos siquiátricos. La ausencia de familiares se suple por la constante peregrinación de personas que llegan al lugar para ofrendarles amor, cariño, víveres y artículos de limpieza, que se utilizan para mantener en impecables condiciones el sitio.

Blanca Galeano Torres es la decana de la internas. Nació en Tebicuary, posteriormente se trasladó a Valenzuela, luego pasó con su familia a Caballero, y cuando le detectaron el mal de Hansen, fue derivada al leprocomio. A sus 94 años mantiene una gran lucidez. Llegó al albergue hace 75 años. Su mamá también tenía la enfermedad. Esto hizo que su papá y su hermana también vayan al leprocomio para vivir. Ellos eran sanos. Al fallecer la madre, en 1946 su padre abandonó el leprocomio y una vez afuera volvió a casarse y tuvo otros hijos.

Muchos ladrones

Doña Blanca recuerda que en los primeros tiempos del leprocomio era tranquilo; no había miedo. “Ahora hay muchos ladrones que asaltan. Antes teníamos casitas en los alrededores de aquí, pero decidimos abandonarlas por la inseguridad. Entraban a nuestras piezas y llevaban todo lo que encontraban. De noche hacían sus golpes”, indicó.

Recordó que los norteamericanos y los prisioneros bolivianos (de la Guerra del Chaco) levantaron la colonia. Ampliaron la parte edilicia como el comedor y construyeron dos pabellones; para mujeres y para varones. Destacó que en los primeros tiempos unas 400 personas con lepra estaban internadas. En cuanto a la atención, dijo que antes el médico de Sapucai venía permanentemente al local, luego otros atendían de paso. Tiene gratos recuerdo del Dr. Federico Ríos, quién procuró para la venida de los sacerdotes y monjas allá por el año 50. “Llegaron para trabajar”, recordó.

La indiferencia familiar es lo que más duele. “Nadie de nuestros familiares nos visitan. Los parientes ya son lejanos. El diputado Atilio Montanía, de la época de Stroessner, era mi familiar y me visitaba; ahora ya nadie”, reiteró. Dijo que esa indiferencia se suple con la visita de jóvenes de la Confirmación, universitarios, parroquianos y de asociaciones de solidaridad, “que llegan todos los fines de semana para traer su compañía y víveres y por ellos rezamos”.

Preguntada cómo salió de su casa, la interna indicó que fue un 25 de marzo de 1940, Viernes Santo, allí inició la etapa del olvido.

“Mi hija me negó”

María del Socorro Borja (84 años) llegó al leprocomio en 1950, nació en Caaguazú. Relató que le detectaron la enfermedad cuando estaba embarazada. Ella había decidido abandonar su ciudad para dar a luz en Asunción, pero cuando le dijeron que tenía lepra le sacaron la criatura; la mandaron a otra dependencia y a ella le dieron un papel para abordar el tren y se dirigió a Sapucái. Comentó que perdió contacto con todos sus familiares porque nadie supo que fue trasladada.

Preguntada qué pasó de la hija, indicó que fue entregada a una familia sustituta y después de un tiempo le comunicaron dónde vivía, pero la misma ya se desentendió por temor a la enfermedad. “Me negó como mamá. Me mandó a decir que ya era tarde. Ya no me aceptó. Ella se llamó Adriana, luego cambió de nombre”, indicó.

Ella también valora las visitas. “Todas las personas que vienen son nuestros familiares. Ellos nos visitan los fines de semana. Nos traen regalos, hablan con nosotros, dan cariño y lo único que podemos hacer es agradecerles la visita y rezar por ellos”, indicó. Sobre el trato, indicó que están muy bien atendidas por las religiosas vicentinas.

“Lo que más necesitamos son doctores. Ojalá que ellos también nos visiten como los oculistas y dentistas porque necesitamos de esas atenciones. Antes teníamos y ahora solo algunas veces vienen”, dijo.

Según María del Socorro, las hermanas vicentinas y los visitantes les ayudan a vencer la soledad. “Ellas nunca nos dejan solas. Incluso, altas horas de la noche, nos llevan a los hospitales”, agregó, al reiterar la necesidad de contar con oculistas y odontólogos.

Los interesados en colaborar pueden contactar con la directora, Hna. Gilda González, al 0981 257084.

Autosustentabilidad

La Comisión de Acción Social de la Asociación Rural del Paraguay (ARP) es una de las entidades que ayuda al leprocomio. Su objetivo es lograr la autosustentabilidad. Con la colaboración del vice Ministerio de Ganadería, el Senacsa, la Seam y técnicos voluntarios de la ARP, se han conseguido aumentar el plantel de ganado vacuno y la reparación de dos motores eléctricos.

Se arregló igualmente el corral, brete y se incorporaron toros reproductores, caballos de trabajo y vacas tamberas, al igual que conejos, ovejas y gallinas para autoconsumo.

avelazquez@abc.com.py

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