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ACAHAY (Aldo Lezcano, corresponsal). Don Enrique Caballero vive junto con su esposa Andresa Viveros (96) en el barrio 15 de Agosto de esta ciudad. La casa se inundó de alegría el domingo por los 101 años cumplidos por el excombatiente, quien nació el 15 de julio de 1915 en esta zona.
El acontecimiento fue amenizado por la banda de músicos del Comando Artillería y la bandita de Carapeguá.
El mayor de Artillería Héctor Augusto Grau le llevó un regalo consistente en una vaina de proyectil de cañón 75 mm. Por otro lado, el coronel Cándido Benítez (SR) le hizo entrega de un termo con escudo patrio.
La contienda contra Bolivia le tomó estando él en el cuartel en Campo Grande, en 1932. Don Enrique peleó en Boquerón, batalla que empezó el 9 de setiembre. “Ya cuando teníamos por perdida la batalla, con menos hombres que ellos (los bolivianos), reaccionamos y atropellamos en una lucha fulminante, que culminó el 29 de setiembre”, relató en guaraní el benemérito.
Le creyeron muerto
El coronel Cándido Benítez (SR), quien sabe de su historia, ayudó a rememorar que en Cañada Strongest, a mediados de 1934, don Enrique recibió un balazo que se alojó cerca de su columna vertebral. En el lugar, según los relatos, un joven teniente fue muerto de un disparo cuando intentaba levantarle.
“Quedé mal herido y abandonado por los camaradas, que creyeron que había perdido la vida. Al recobrar el conocimiento le pedí a la Virgen de Caacupé que me salvara y tres días después fui encontrado por soldados bolivianos, que por milagro pasaron por el lugar”, refirió don Enrique.
“Fue muy afectado por la pérdida de sangre, la gusanera y la sed. Después de ser encontrado le patearon los soldados bolivianos. Le ataron y le tiraron en la carrocería de un camión”, relató el coronel Benítez.
“Estuve 23 días internado y al día siguiente de mi alta, cuando la herida aún seguía purgando, en vez de remedio me dieron (los bolivianos) un pico para trabajar en una cantera de piedra”, rememoró el excombatiente.
Manifestó que la guerra fue muy dura, pero que no se puede comparar con los tormentos de la vida del prisionero, que es indescriptible. Además de ser atacado por piojos y otras plagas, sufrió maltratos y dolor, frío y hambre, rememoró.