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MAYOR MARTÍNEZ, Dpto. de Ñeembucú (Clide Noemí Martínez, corresponsal). Movido por el deseo de defender a la patria en uno de sus momentos más difíciles, se puso a disposición de los jefes de las Fuerzas Armadas, siendo un adolescente de 14 años. A los 17 años partió al Chaco, acompañando a su hermano mayor, Miguel González, quien falleció años atrás.
El héroe ñeembucuense sobrevivió a las penurias de los combates, la sed y el hambre. Adjudicó a la bendición de Dios no haber sido herido en los campos de batalla.
Al término de la contienda vivió unos años en Asunción, donde se dedicó a ayudar a sus camaradas más desvalidos. Después se instaló en Pilar y tiempo después regresó a su “valle” donde se dedicó a la agricultura en el terreno familiar.
Laborioso como pocos, instaló un trapiche y molinos para fabricar almidón de mandioca, empleando a familiares y vecinos en estas actividades. A los 27 años contrajo matrimonio con la joven Mariana, pareja de la que nacieron 15 hijos.
El destino hizo que enviudara hace casi 60 años y tiempo después se unió a su actual compañera, doña Matilde Veloso, con quien tuvo tres hijos. De los 18 que suman los vástagos de don Romualdo, nueve viven en Buenos Aires, dos en Asunción, uno en Pilar y el menor en Mayor Martínez, acompañando con su madre al símbolo de la familia.
Ya no recuerda el número de nietos, pero los hijos cuentan que son 40 los bisnietos. Uno de los mayores deseos de don Romualdo es que todos sus hijos regresen a su pueblo de origen, Mayor Martínez.
Lamentablemente, como muchos habitantes del departamento de Ñeembucú, fue testigo del desmembramiento de su familia. Despidió con pena a la mayoría de los suyos, que debieron partir al extranjero en busca de oportunidades, las que les negó el país al que defendiera arriesgando su vida.
Silbato para comunicarse
Los problemas de movilidad, la poca audición y la ceguera le privan a don Romualdo González de desarrollar la intensa actividad que le caracterizaba años atrás. Pero no perdió la lucidez que le permite relatar los acontecimientos más importantes de su existencia. Nunca se aparta de un silbato que le permite llamar a sus familiares cuando requiere la presencia de uno de ellos.