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“En Bolivia vivimos prácticamente desnudos. Cubríamos nuestras partes íntimas solamente con chiripá y trapos en desuso, sufrimos mucho frío”, rememoró.
Explicó que recién en el año 1936 fue beneficiado con el trueque de prisioneros. Agregó que el operativo retorno se produjo cuando la temperatura era muy baja, por lo que varios de sus camaradas murieron cuando eran trasladados hacia nuestro país.
Después de llegar a Acahay tuvo que trabajar duro para que su familia no sufriera hambre, explicó.
“Siempre había maíz y mandioca, pero muchas veces no alcazaba para comprar carne, por lo que más comíamos “Keke” (carne que queda por el cuero del animal faenado). El sueldo ya llegó muy tarde y tenía demasiados hijos y otras personas que dependían de nuestra olla”, mencionó el héroe.
Confía en que seguirá viviendo muchos años más. Indicó que solamente se siente enfermo cuando nota decaimiento en su esposa, María Andresa Viveros, quien desde hace tiempo sufre de ceguera. La pareja trajo al mundo once hijos, de los cuales cuatro ya murieron.