Silo de Villarrica, un hito abandonado

El emblemático silo de Villarrica, ubicado en el barrio Estación, también es descuidado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) a pesar de ser un patrimonio histórico y arquitectónico protegido por ley. El predio es alquilado a una empresa molinera perteneciente a un menonita, pero el Gobierno le prohíbe inmiscuirse en el cuidado de la estructura.

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VILLARRICA (Pablo Gastón Ortiz, corresponsal). En una oportunidad, el menonita Johnny Dueck, oriundo de la zona de J. E. Estigarribia, fue multado porque pintó la parte exterior del silo. También planteó hacer refacciones y solicitó una autorización para utilizar la antigua infraestructura, pero el pedido fue denegado, explicó el encargado del molino, Ezequiel Arce.

El silo es habitado por palomas y una familia de lechuzas, pero no hay señales de que el MAG se interese en preservarlo. La empresa sí realizó construcciones en el predio y alrededor del silo, pero no puede tocar la estructura porque el edificio es protegido por la nueva Ley 5621/16, de Patrimonio Cultural.

El resguardo histórico y arquitectónico, sin embargo, solo está en papeles, porque en la práctica la secretaría de Estado deja que el antiguo silo se caiga a pedazos, mientras que impide cualquier tipo de refacción para su conservación.

La estructura está conformada por cuatro cilindros y fue construida a principios de la década del 40, probablemente por una empresa brasileña contratada por el gobierno de Higinio Morínigo. Se erigió al lado mismo de la entonces estación de tren, que dio nombre al barrio, pues de este modo se constituía en área de acopio y transporte de los granos.

Hoy en día solo hay vestigios del esplendor recordado por Elisardo Barreto y su generación. Las paredes exteriores del silo son atacadas por la humedad y el moho; crecen plantas y hasta árboles de amba’y sobre las cúpulas de los cilindros.

En la caseta de control ubicada en lo alto del edificio anidan las aves que pintan y alfombran con sus excrementos los compartimentos. Se ha convertido en un palomar.

Este silo tiene tres similares, construidos en la misma época y con las mismas características arquitectónicas. Uno está Asunción (Cambio Grande), y también es descuidado por el Ministerio de Agricultura; otro existe en Paraguarí, cerca de la estación, y el tercero se encuentra en Encarnación. Este último tiene la mejor de las suertes, pues está siendo restaurado por la Entidad Binacional Yacyretá en respuesta a gestiones y esfuerzos de la comunidad por preservarlo. Es un verdadero ícono del sur del país, en la capital de Itapúa.

De la época de oro del maíz y del ferrocarril

En la época de gloria del Ferrocarril Carlos A. López en la proximidad del Silo había una fosa en forma de embudo –a su vez ubicada a un costado de los rieles del tren– en donde se echaban los granos de maíz de la variedad denominada “avati morotî”, según recuerda el señor Elisardo Barreto, de 89 años, antiguo poblador del barrio Estación. Cuenta que su tío trabajaba en el lugar y que de niño solía ir al silo para llevarle el almuerzo.

Ezequiel Arce, entendido del rubro de la molienda y el almacenamiento, explica que el maíz se limpiaba con agua y luego se secaba con el vapor de unas calderas.

Los granos eran transportados por conductos que usaban cañerías con roscas en forma caracol. Subían hasta le cima del silo y allí se alternaban las distintas compuertas para cargar cada uno de los cilindros.

Imitando la experiencia de Encarnación, el silo de Villarrica debería ser preservado y conservado como un patrimonio histórico y arquitectónico al que la gente pueda acceder y aprender un poco del pasado de gloria del tren y la agricultura paraguaya.

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