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La abogada de los dueños, Ramona Fatecha, expresó que el establecimiento pertenece a Diego Enrique Vega y a su padre, Carlos Vega, desde agosto del año pasado. “La denuncia de malos olores y alimañas es del 2006, cuando había otra administración. En aquel entonces intervino la Municipalidad y se hizo un sumario, pero eso cambió totalmente desde agosto”, señaló.
“En diciembre pasado fiscalizadores de la Municipalidad fueron a verificar el lugar y constataron que hay tratamiento adecuado de residuos, en depósitos, como corresponde, y también un pozo artesiano para la limpieza. Verificaron que no hay ni moscas en el sitio, y dieron su autorización para trabajar. El lugar está habilitado por la Secretaría del Ambiente (Seam), Servicio Nacional de Salud y Calidad Animal (Senacsa) y la Comuna”, indicó.
La abogada contó que tras la publicación de la denuncia ayer nuevamente funcionarios de la Comuna acudieron a constatar las condiciones en que se encuentra el matadero y pidieron que se presentasen todos los documentos que habilitan el establecimiento, cosa que hicieron inmediatamente.
Fatecha resaltó que en el matadero hay diez funcionarios de manera permanente y que además, de forma indirecta, unos 80 chureros obtienen menudencias para ganarse la vida de manera cotidiana. Invitó a los vecinos a visitar el establecimiento.
Los moradores del barrio privado Altos Pinos, en el kilómetro 10 Acaray, habían denunciado que el olor a sangre, huesos, bosta y demás es cotidiano y se hace más o menos pesado dependiendo de la humedad, el calor y la dirección del viento.