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VILLA MONTES, Bolivia (Roque González Vera, enviado especial). Como nunca, este año la temporada de lluvias comenzó puntualmente en Bolivia.
Los días de lluvia se suceden sin parar y los cursos de agua se van llenando en dirección a ríos mayores.
El Pilcomayo se nutre del aporte de miles de cauces que bajan de las montañas, desde su naciente en las montañas de Potosí, a 6.000 metros de altura.
Al llegar a la ciudad de Villa Montes, en las estribaciones andinas, recorrió cerca de 800 kilómetros colectando agua de las lluvias que comienzan a caer.
Una vez que llega a Villa Montes, el Pilcomayo se interna en la planicie chaqueña con dirección a la frontera que comparten Argentina, Bolivia y Paraguay.
A partir del hito compartido, apenas quedan 80 kilómetros del cauce natural del río; lo restante desapareció por la colmatación. El arrastre de arena terminó por taponar casi todo el curso del Pilcomayo.
Limpieza de canales
Para seguir contando con sus aguas, Argentina y Paraguay abrieron canales desde donde captan al Pilcomayo. El país que se prepara con antelación, recibe mayor cantidad de agua.
El año pasado, Paraguay apenas logró recibir las aguas del río. No se trabajó con tiempo y menos en forma; de allí que Argentina se llevó el mayor porcentaje del Pilcomayo.
Y todo indica que este año volverá a suceder lo mismo: Paraguay no dispone del tiempo necesario para rehabilitar en forma tanto la embocadura como el canal que conduce al río hasta el fortín General Díaz.
El ritmo para trabajar lo marca la naturaleza: al llegar el verano comienzan las lluvias y ya nada se puede hacer.
Sin agua no hay vida
La desidia, inoperancia e irresponsabilidad en iniciar con tiempo los trabajos de rehabilitación del canal paraguayo en el Pilcomayo se traducen en graves pérdidas ambientales y económicas para una extensa área que ocupa el valle de inundación en el Chaco paraguayo.
El Pilcomayo es el único río que alimenta el sur del Chaco, no hay otro salvo aquellos que reciben también sus aguas para redistribuirlo.
Sin agua no hay vida.