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En el Chaco hay hogares, inclusive en esta ciudad, donde estos monos nocturnos aparecen cada tardecita en los árboles, esperando una banana. Pero no siempre el destino es tan amable con ellos. “A los traficantes poco les importa sacarles a los cachorros de su entorno familiar seguro, matan a sus padres, para vender los monitos ilegalmente”, dijeron Thomas y Sabine, que hace nueve años observan y colectan datos de un grupo de ka’i pyhare.
Señalaron que al nacer, inmediatamente el monito se sujeta con sus pequeñas manos del pelo de su madre. Así el grupo puede salir al caer la tarde de su escondite y seguir saltando entre los matorrales del Chaco. En contrario de otras especies de monos, este cachorro queda solamente una semana agarrado a la espalda de su madre.
Después, pasa a sujetarse en la espalda del padre, donde pasará los próximos 3 a 4 meses. Solamente para el amamantamiento, cada dos 2-3 horas, toma contacto con su madre. El monito bebé desarrolla un intenso contacto físico con sus progenitores, y es por eso que los traficantes deben matar al padre para capturarlo.
Para comenzar a examinar el entorno donde vive, el monito poco a poco abandona la espalda de su padre para inspeccionar, pero siempre bajo la atenta supervisión de los monos adultos.
Cuando el grupo se desplaza o tiene que escaparse, rápidamente sube a la segura espalda paternal. Cumpliendo dos años abandona su grupo formando su propia familia. Este ciclo permite que la madre concentre su energía en su propia alimentación y producción de leche.