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¿Qué enseñanza pueden recibir los jóvenes del triste espectáculo de una sociedad desorientada y decaída moralmente? ¿Qué lección podrían aprender de la actuación de ilustres autoridades nacionales, departamentales y municipales y de connotados políticos, involucrados en descarados actos de corrupción? ¿Qué estarán pensando los jóvenes cuando cotidianamente ven los casos de robos de los bienes públicos, el tráfico de influencias, las prebendas, sobornos, coimas, lavado de dinero, el pisoteo diario de los derechos humanos y el manoseo de la dignidad de los más pobres y vulnerables? ¿No es acaso un contrasentido que produce perplejidad la existencia de una justicia corrupta responsable de tantas injusticias?
El obispo de Concepción y Amambay dijo que podemos continuar con una larga lista de realidades negativas, de actos de corrupción, deshonestidad, irresponsabilidad y desidia que van creando una atmósfera insana para la buena formación de nuestros jóvenes, la generación que en pocos años asumirá la responsabilidad de administrar los entes públicos.