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Acceder a los hospitales y escuelas de la zona se hace sumamente complicado y riesgoso. El estado de las vías impacta en la calidad de vida de los pobladores que tampoco pueden sacar al mercado local los pocos productos que pudieron rescatar de las aguas. También complica la venta de los animales, último recurso de supervivencia de los que habitan el área rural.
Numerosos puentes de madera y algunos de hormigón colapsaron por la presión de las aguas. La rehabilitación de los caminos cortados se hace imposible con maquinaria por el implacable desborde de los esteros por efecto de las precipitaciones y la colmatación de los canales naturales, impidiendo el escurrimiento.
En un intento desesperado por evitar un total aislamiento, los vecinos construyen muros de bolsas al costado de los caminos para sortear la crítica situación.