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Su esposo, Amado González, la apoya muchísimo. Es que entiende el valor cultural de la prenda. Inclusive comentó que mediante sus investigaciones ha descubierto que en toda Latinoamérica solo en Paraguay existe esta tradición de tejer el poncho parai de 60 listas en un stand totalmente rústico. La sorprendimos tramando lo que será una "pollera parai de 60 listas", que llevará esta noche en el gran acontecimiento de su vida, en el club 12 de Agosto, donde la homenajearán por mantener viva la tradición de tejer la joya artesanal de la comunidad. "La voy a combinar con una camisa de ao poi. Me hubiese gustado vestir un traje del mismo tejido, pero ya tengo poco tiempo", dijo. Expresó que desde la invitación en carácter de homenajeada que recibió de la organización del Festival del Poncho Parai de 60 Listas se siente presa de la emoción.
Los inicios de su vida de artesana están repletos de anécdotas, que ella recuerda con risas. Uno de sus días más felices fue el 18 de mayo de 2001, cuando su instructora, Teotista Salinas, la declaró oficialmente su sucesora en un evento realizado en la "Manzana de la Rivera".
A los 13 años comenzó a ayudar a su madre, Limpia Paredes de Segovia (63), a tejer la hermosa prenda. "Como soy la mayor de mis hermanos, de pequeña, cuando mi mamá se levantaba para amamantar al bebé o a atender a uno de los más pequeños, yo me sentaba a continuar el tejido", recuerda.
Curiosamente, Rosa comenzó aprendiendo el tejido de la faja, la parte más difícil de esta prenda típica. Su hija Daysi (9) comienza a interesarse en la trama. "A veces, cuando tengo mucho trabajo, me levanto a la madrugada para poder cumplir con los compromisos que contraigo con mis clientes. En una ocasión, mi hija se acercó y me dijo: cómo quiero aprender a hacer para ayudarte ", dijo.
Su hijo Mariano (16) hace tres años demostró una habilidad innata en el arte de tejer. Cuando su madre más lo necesitaba se puso a hacer con ella el fleco de un poncho. "Era la primera vez que lo hacía y lo hizo mejor que yo, como si fuera un experto". A partir de ese día la ayudó.
Asegura que le encanta darle vida a esta tradición. A pesar de que no deja renta, brinda muchas satisfacciones el saber que se colabora para mantener una prenda con profunda esencia cultural. "Es extremadamente cansador sentarse en una silla durante 12 horas diarias para terminar en 15 días un poncho, pero igual lo disfruto", dijo finalmente la artesana.