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EMBOSCADA, Dpto. de Cordillera (Desiré Cabrera, de nuestra redacción regional). El peculiar rito ancestral Guaicurú ñemonde se realiza cada año en la compañía Minas de esta ciudad en honor del protector de la comunidad, San Francisco Solano, considerado evangelizador de los indígenas de América del Sur y protector de la ecología. Los promeseros, con atuendos confeccionados de plumas de gallina y enmascarados, llegan desde la madrugada de cada 23 de julio para honrar al santo, cuyo día se festeja el 24 de julio.
El oratorio fue construido hacia 1933, pero la tradición del Guaicurú ñemonde comenzó a finales de la década de 1910. La imagen del patrono fue tallada en madera por un artesano de Tobatí, según la historia que se difunde en la comunidad.
Miles de personas de diferentes puntos del país y del extranjero participaron de la celebración litúrgica, la procesión y la danza realizada por promeseros emplumados. La festividad comenzó a tomar notoriedad hace unos 15 años y cada año atrae a más turistas.
La misa central se inició a las 10:00 y fue presidida por el obispo de la diócesis de Caacupé, Mons. Claudio Giménez. Exhortó a los fieles a seguir manteniendo la devoción al santo protector.
La confección de los trajes que utilizan los promeseros demanda cuatro a cinco meses, según comentaron. Este año se pudo ver a más cantidad de niños, que cumplen promesas hechas por sus padres al pedir la intercesión del santo para la cura de alguna enfermedad.
Las máscaras son una señal de deseo de renovación de la devoción y la fe a San Francisco Solano. Los promeseros guaicurúes –así como los kamba de las fiestas de San Juan– emiten sonidos guturales para comunicarse entre ellos.
Para finalizar la fiesta los promeseros le ofrecen una serenata al santo, que consiste en un baile con acompañamiento de la bandita guaicurú al son de tambores, armónica y platillos.