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Para el Paraguay de Don Carlos Antonio López, la Fundición de Hierro La Rosada significó un paso gigante de desarrollo. De Inglaterra habían llegado ingenieros y técnicos que se ocuparon, desde la segunda mitad del siglo XIX, de la construcción de la moderna planta para procesar el metal en volúmenes industriales.
En 1856, el ingeniero William Whytehead preparó la fábrica para producir a gran escala piezas cada vez más complejas y delicadas. “Se fundieron piezas para una poderosa grúa, como las piezas fundidas se hacían de más en más considerables, hubo que levantar una nueva fundición y un horno de bronce, al igual que un molino para triturar carbón, movido por ruedas hidráulicas; una máquina trituradora de desechos de hierro para transportar piezas fundidas de mucho peso”, decía un informe redactado por Whytehead, del 8 de enero de 1857.
La llegada de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) hizo que los trabajos aumentaran en La Rosada. Se fabricaban aquí cañones calibre 14, fusiles, bayonetas, bombas e infinitas piezas de munición. Además, se moldeaban piezas para reparar barcos. Con el Gral. Elizardo Aquino al frente de la dirección se fabricaron en 1968 los cañones Cristino, de 12 toneladas, con hierro y bronce de las campanas de las iglesias del país, así como el cañón Criollo. El 17 de mayo de 1869, los aliados llegaron a Ybycuí y procedieron a destruir La Rosada. Permaneció en abandono más de un siglo, hasta que el 4 de setiembre de 1975 se inauguró la reconstrucción parcial. Hoy está a cargo de la Secretaría del Ambiente (Seam), que mantiene un puesto de guardaparques en el acceso, pero la ruina de La Rosada se halla abandonada, con aguas que corren por los pisos y las piedras de las paredes afectadas por algunas nacientes. El alto grado de humedad favorece la proliferación de musgos, hierbas e insectos que contribuyen al deterioro que amenaza su existencia.