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Se trata de padres de familia de escasos recursos, quienes de la zona rural han ingresado a la zona urbana, donde habitan las villas miserias. Son pequeños agricultores que han sido desplazados por los latifundistas.
Algunos vendieron sus tierras a brasileños que cada vez en mayor cantidad se vienen instalando en el campo de la zona norte del país.
Los campesinos con la poca plata, fruto de la venta de sus tierras, van formando los asentamientos periféricos de la urbe, no poseen ningún oficio. Unos se dedican a buscar las latas de aluminio para revenderlas y contar con un ingreso.
Frente a las bodegas hacen su “mejor cosecha”. Pero otros, sobre todo los jóvenes, se echan al vicio y, al poco tiempo, a la delincuencia.
Trabajo honesto
A un hombre, quien dijo llamarse Pedro Ramírez, acompañado de su pequeño hijo, lo sorprendimos cargando latas en una bolsa de arpillera.
Pedro aseguró que es el único trabajo que puede realizar para no dedicarse a la delincuencia. Con orgullo de padre manifestó que luchará hasta el final de sus días para dedicarse a un trabajo honesto.
Por su parte, Milciades Scarpellini, el comprador de las latas recicladas, sostuvo que el precio es de G. 3.000 por kilo.
Señaló que en estos días, ya en la cercanía de las fiestas de Navidad y fin de año, más aún de intenso calor, aumenta la compra. Un revendedor trae la mercancía que ronda los 30 kilos los fines de semana, según don Scarpellini. El empresario agregó que las latas las envía para ser prensadas en Concepción a fin de ser exportadas al Brasil para el reciclado.