El arte como factor de cambio

Nacido en el seno de una humilde familia instalada en 1975 en el barrio Las Carmelitas, Juan Ramón Vera González decidió “dejar la despensa familiar” para perseguir sus sueños y hacerlos realidad. Ahora su meta es cambiar la sociedad a través de la música y con la ayuda de los jóvenes.

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Juan Ramón Vera está culminando la carrera de licenciatura en dirección orquestal en la Universidad Católica de Buenos Aires, Argentina. Otros estudios instrumentales le llevaron a São Paulo, Brasil, donde tomó clases de guitarra, armonía y composición en dos prestigiosas instituciones: el Conservatorio Souza Lima y la Escuela de Música y Tecnología.

Actualmente ocupa el cargo de director de la Orquesta Filarmónica Alto Paraná, que tiene como soporte la Sociedad Filarmónica Alto Paraná. Fue el propulsor de esta iniciativa y ya tuvo la oportunidad de dirigir a más de 40 músicos durante una presentación en la Itaipú Binacional ante más de 700 personas.

Ahora, como buen amante de la música paraguaya y académica, apunta su objetivo hacia la cultura. Pretende llegar a los barrios y generar cambios positivos en la sociedad a través del arte.

Tiene muchos proyectos por delante, como crear una orquesta académica y varios centros de estudios orquestales y de formación de instrumentos en los barrios.

“Es un proyecto social con resultados muy positivos en otras partes del mundo”, destaca.

A corto plazo desea llegar a las parroquias y colegios con un ensamble de instrumentos. “Amo este pedazo de tierra guaraní y a su gente. Y por eso es que, junto con la Sociedad Filarmónica, estamos trabajando en llevar arte y música a todas partes, para transformar, generar cambios positivos en nuestra sociedad; que los jóvenes, los niños, los ciudadanos, tengan acceso a los grandes eventos culturales propios de una capital cosmopolita”, señala el maestro de orquesta.

Juan Ramón Vera nació en 1977. Realizó sus estudios en el colegio Adela Speratti. Es el hijo mayor de una pareja de paraguayos que un par de años antes se había instalado en el barrio Las Carmelitas, en el Km 7, procedente de Misiones, Argentina.

“Mi papá era peón y tenía una despensa. Con mi mamá iban a buscar mercaderías al Brasil para vender en el almacén. Creo que es la típica historia del esteño trabajador, que a las 4:00 ya está en actividad”, expresa.

El artista recuerda que había pocas calles y mucho monte. Con sus amigos iba a nadar y pescar, cultivaban mandioca y hacían canchitas para jugar fútbol, abriendo camino entre las ramas.

Le gustaba escuchar la música paraguaya transmitida por las dos únicas radios que en esa época había. Su primer contacto con la guitarra fue alrededor de los 11 años, durante unas vacaciones en la ciudad de Luque, cuando su tío Lázaro González le enseñó a ejecutar. Fue el comienzo de su relación con la música.

A los 17 años sufrió la pérdida de su padre y asumió los quehaceres en el almacén que la familia tenía, con la guitarra de por medio.

“Tuve que elegir si tenía un trabajo más formal o me dedicaba a la música. Y elegí la música”, comenta.

Entonces comenzó a enseñar guitarra clásica y eléctrica para sobrevivir. Más tarde abrió una escuela de música.

Fue pasando por distintos estilos, desde el popular hasta el hard rock y el heavy metal, para llegar a la música académica y luego volver a la música paraguaya.

“Es lo que tengo en la sangre. Uno sale, recorre el mundo y vuelve a su país con la certeza de que es paraguayo”, asegura.

Ahora su sueño va mucho más allá de transmitir sus conocimientos o deleitar a los presentes en un concierto de orquesta filarmónica.

Su deseo es que los jóvenes puedan instruirse en la música universal, la pintura, la literatura para lograr una transformación positiva de la sociedad esteña, según manifestó.

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