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Según una investigación realizada por Edgar Rodríguez, productor del sector, en el año 98 había 15 fábricas semiindustriales, 20 artesanales y 30 familiares. Estas microempresas, en suma, directa e indirectamente beneficiaban a 15.490 personas.
Actualmente, varias de estas fábricas se han cerrado y otras han bajado considerablemente su producción por las dificultades del mercado, producto de la crisis económica sin precedentes que afecta al país, el avasallamiento de productos de contrabando y el nulo interés de las autoridades nacionales de apoyar al sector.
El alto precio del azúcar, con incrementos nunca antes alcanzados, es uno de los puntos más negativos para el rubro de la dulcería. Los múltiples proyectos de exportación presentados por el Gobierno a través del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y del Ministerio de Industria y Comercio (MIC), mediante Pro-Paraguay, jamás se concretaron.
De ilusiones ya nos curamos, manifestó Rodríguez, socio propietario de Dulces La Caacupeña S.R.L. Señaló que hace 35 años se dedican a la producción de dulces de diferentes gustos. La materia prima utilizada es producción puramente nacional, incluso local.
Mientras comenta esto, hace una breve pausa y lamenta la cantidad de frutas y tierra que se desperdicia en nuestro país, mientras en contrapartida aumenta la pobreza, a pesar de ser el Paraguay un país inmensamente rico.
En época de cosecha de guayaba, entre febrero y marzo, los niños son los que juntan las frutas. Ellos se pelean por ser el primero en vender, quizá porque el importe es para comprar el lápiz y el cuaderno para el año lectivo próximo a iniciarse, comenta Rodríguez, con algo de desesperanza reflejada en el rostro.
La miniindustria de la familia Rodríguez, similar a otras ocho que aún subsisten, tiene una capacidad de producción de 5.000 kilos de dulces diarios de diferentes gustos. Sin embargo, la situación poco auspiciosa solo permite producir 5.000 kilos de dulce al mes. En esta fábrica se producen dulces de guayaba, mamón, leche, naranja, frutilla, batata.
Con el paso de los años, utilizando la creatividad para estar a tono con la competitividad, los microempresarios del ramo se ingenian para producir nuevos sabores de dulces. En La Caacupeña, don Rodríguez lanzó al mercado nacional pepinos salados. La distribución de la producción se realiza a través de Casa Módiga.
La presentación de los productos y el control de calidad son óptimos en las dulcerías de la villa serrana. Nada que envidiarles a los productos extranjeros. El Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INA) se encarga del control.
En La Caacupeña inclusive utilizan envases de latas, elaborados en la ciudad de Limpio. Estos dos aspectos requieren mucha inversión. Nosotros cumplimos con las exigencias para entrar al mercado internacional, pero lamentablemente el MIC-Pro-Paraguay no lucha con nosotros, dijo Rodríguez.
Hace 20 años atrás la producción del dulce era un buen negocio. El sector movía la economía caacupeña y se extendía a nivel nacional, pero, ahora, la supuesta competencia que impuso el Mercosur conduce al rubro a la desaparición.
Actualmente, varias de estas fábricas se han cerrado y otras han bajado considerablemente su producción por las dificultades del mercado, producto de la crisis económica sin precedentes que afecta al país, el avasallamiento de productos de contrabando y el nulo interés de las autoridades nacionales de apoyar al sector.
El alto precio del azúcar, con incrementos nunca antes alcanzados, es uno de los puntos más negativos para el rubro de la dulcería. Los múltiples proyectos de exportación presentados por el Gobierno a través del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y del Ministerio de Industria y Comercio (MIC), mediante Pro-Paraguay, jamás se concretaron.
De ilusiones ya nos curamos, manifestó Rodríguez, socio propietario de Dulces La Caacupeña S.R.L. Señaló que hace 35 años se dedican a la producción de dulces de diferentes gustos. La materia prima utilizada es producción puramente nacional, incluso local.
Mientras comenta esto, hace una breve pausa y lamenta la cantidad de frutas y tierra que se desperdicia en nuestro país, mientras en contrapartida aumenta la pobreza, a pesar de ser el Paraguay un país inmensamente rico.
En época de cosecha de guayaba, entre febrero y marzo, los niños son los que juntan las frutas. Ellos se pelean por ser el primero en vender, quizá porque el importe es para comprar el lápiz y el cuaderno para el año lectivo próximo a iniciarse, comenta Rodríguez, con algo de desesperanza reflejada en el rostro.
La miniindustria de la familia Rodríguez, similar a otras ocho que aún subsisten, tiene una capacidad de producción de 5.000 kilos de dulces diarios de diferentes gustos. Sin embargo, la situación poco auspiciosa solo permite producir 5.000 kilos de dulce al mes. En esta fábrica se producen dulces de guayaba, mamón, leche, naranja, frutilla, batata.
Con el paso de los años, utilizando la creatividad para estar a tono con la competitividad, los microempresarios del ramo se ingenian para producir nuevos sabores de dulces. En La Caacupeña, don Rodríguez lanzó al mercado nacional pepinos salados. La distribución de la producción se realiza a través de Casa Módiga.
La presentación de los productos y el control de calidad son óptimos en las dulcerías de la villa serrana. Nada que envidiarles a los productos extranjeros. El Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INA) se encarga del control.
En La Caacupeña inclusive utilizan envases de latas, elaborados en la ciudad de Limpio. Estos dos aspectos requieren mucha inversión. Nosotros cumplimos con las exigencias para entrar al mercado internacional, pero lamentablemente el MIC-Pro-Paraguay no lucha con nosotros, dijo Rodríguez.
Hace 20 años atrás la producción del dulce era un buen negocio. El sector movía la economía caacupeña y se extendía a nivel nacional, pero, ahora, la supuesta competencia que impuso el Mercosur conduce al rubro a la desaparición.