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El hombre, de buen corazón, es querido por todos, ya que siempre brinda algún tipo de servicio a los pobladores de la humilde comunidad.
Akutî vive solo. No tiene familia dentro de la población, ya que sus padres ya fallecieron; nunca tuvo pareja y no tiene hijos, aunque sí algunos hermanos, a quienes no ve desde hace años. Durante años se dedicó a la venta de agua dentro de la población mediante un tambor que lleva en un carrito de madera estirado por él mismo. Ahora se dedica a vender leña y a hacer postes.
Cuando las esperanzas de encontrar con vida al niño en el segundo día de su desaparición se desvanecían, se oyeron los gritos de Akutî avisando que había encontrado al pequeño. Eran casi las 17:00 del martes cuando llegó la “buena nueva”.
Todas las personas explotaron en una indescriptible alegría, y entre gritos y llantos, corrieron al encuentro del pequeño, que fue sacado en brazos de su madre y, luego, de su padre de la espesura del monte.