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“Somos víctimas de robos constantemente. Eso nos entristece porque tenemos una comunidad vecina con la que trabajamos y ayudamos siempre. Presumimos que quienes nos causan estos perjuicios son personas de los alrededores con quienes queremos tener una relación de mutua ayuda. Nos roban gallinas, chanchos, hortalizas, las cosas que producimos con mucho trabajo para el sostenimiento de la comunidad”, se lamentó.
Ya antes habían cercado todo el predio, pero rompen los tejidos e ingresan. “Hacemos la denuncia, la policía viene, pero no hay forma de saber quiénes son los responsables”, dijo.
A raíz de la situación que soportan, con ayuda de personas y con una rifa que están organizando buscan obtener recursos para instalar cámaras de seguridad en el predio.
“Buscamos con ello desalentar a los ladrones. No tenemos recursos para contratar guardias de seguridad y no podemos nosotros hacer guardia porque no condice con la filosofía que practicamos internamente en la comunidad”, refirió.
“Fazenda de la Esperanza” es una entidad que trabaja en la recuperación de jóvenes adictos y otros vicios, como el alcohol y el juego. Hace dos años que está instalada en un predio de nueve hectáreas donado por la diócesis de Encarnación.
Anteriormente era una comunidad que acogía a mujeres con problemas de adicción, pero luego de que ese grupo se mudó a Ñemby este sitio se transformó en una comunidad que recibe exclusivamente a varones con problemas de adicción, desde 10 años hasta 60 años de edad, explicó.
Actualmente, 22 jóvenes, de distintos puntos del país, incluso de la Argentina, viven en la comunidad, que se maneja con un modelo similar al de un convento de clausura. La vida de los internos tiene un alto contenido religioso y trabaja sobre tres ejes principales: trabajo, convivencia y espiritualidad. Ese es el trípode sobre el que se sustenta la comunidad, comentó Da Silva.